Friday, August 18, 2017

San Alberto Hurtado, SJ

Materiales para una reunión de una comunidad, de mi librito Santos de la Misericordia, sobre un santo latinoamericano, que murió el 18 de agosto de 1952.

San Alberto Hurtado
(1901 – 1952)
El santo patrón de los pobres, de los niños de la calle
y de trabajadores sociales

REFLEXIÓN

Padre Alberto Hurtado, un jesuita chileno, trabajó con los pobres, especialmente con los niños de la calle y con los trabajadores. Pero, para él, la misericordia se expresa no solamente en la caridad sino también en la búsqueda de la justicia. Como escribió:
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      
Podemos multiplicarnos cuanto queramos, pero no podemos dar abasto a tanta obra de caridad. No tenemos bastante pan para todos los pobres, ni bastantes vestidos para los cesantes, ni bastante tiempo para todas las diligencias que hay que hacer. Nuestra misericordia no basta, porque este mundo está basado sobre la injusticia. Nos damos cuenta, poco a poco, que nuestro mundo necesita ser rehecho, que nuestra sociedad materialista no tiene vigor bastante para levantarse, que las conciencias han perdido el sentido del deber.
                 
También, Papa Francisco, en un discurso al Servicio Jesuita a Refugiados, el 10 de septiembre de 2013, nos recuerda la importancia de la justicia para la misericordia:
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      
La misericordia verdadera, la que Dios nos dona y nos enseña, pide la justicia, pide que el pobre encuentre el camino para ya no ser tal…. Pide —y lo pide a nosotros, Iglesia, a nosotros, ciudad de Roma, a las instituciones—, pide que nadie deba tener ya necesidad de un comedor, de un alojamiento de emergencia, de un servicio de asistencia legal para ver reconocido el propio derecho a vivir y a trabajar, a ser plenamente persona.

Lectura bíblica: Lucas 16, 19-31
                                   
San Alberto abrió su corazón a los pobres, los necesitados. Fundó un Hogar para ellos y en las noches andaba en las calles buscándolos y llevándolos al Hogar. En ellos él vio el Rostro de Cristo. Quiso compartir la compasión de Cristo con ellos. Como dijo, “En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor”.

En su carta El Rostro de la Misericordia, #15, Papa Francisco nos recuerda de la importancia de responder a los necesitados, acercándonos a ellos:
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.

Preguntas para dialogar
En su propia vida, y en su comunidad, ¿cómo responde a la rostro de Cristo en los necesitados? ¿cómo trabaja usted por la justicia? ¿cómo podemos vencer la indiferencia?
¿Busca usted abordar las causas profundas de los problemas que afectan a los que son vulnerables?

BIOGRAFÍA

Nació en Viña del Mar, Chile, en el año 1901. Su padre murió cuando Alberto tenía 4 años y la familia se mudó a Santiago. Allí vivieron con sus parientes en pobreza. Estudió con beca en un colegio jesuita; allá sintió la llamada al sacerdocio y quiso entrar los Jesuitas. Pero, por ser pobre, le recomendaron esperar. En 1918 inició el estudio del Derecho en la Pontificia Universidad Católica.

Su sensibilidad hacia los marginados, le llevó a emprender un intenso apostolado de caridad. También, se involucró en organizaciones estudiantiles siempre con objeto de apoyar al indefenso, y en medio de su intensa actividad culminó derecho de forma tan brillante que obtuvo la unánime distinción de la Universidad.

En 1923 ingresó en la Compañía de Jesús, los Jesuitas. Obtuvo el doctorado en pedagogía y en psicología en Bélgica y fue ordenado sacerdote. Tras su regreso a Chile en 1936, dio clases en un colegio, en la Universidad Católica y en un Seminario y impartía conferencias y retiros. Retomó el apostolado social y defendió a los desfavorecidos ninguneados por la prepotencia y racismo de las clases altas que los repudiaba.

En 1941 fue designado asesor de la Acción Católica juvenil de Santiago, misión extendida luego a todo Chile. Le dedicó tres intensos años a esta pastoral.

Tan apiadado estaba por los que malvivían en las calles, niños y adultos, que en 1944 después de impartir un retiro y recibir allí mismo las donaciones de las mujeres que le escucharon, fundó el Hogar de Cristo. Diariamente recorría los suburbios para recoger a los pobres que hallaba al paso.

En 1948 creó la Acción Sindical para acompañar a los trabajadores. Así pensaba difundir la doctrina social de la Iglesia. En 1950 creó la revista Mensaje para transmitir el pensamiento cristiano.

En mayo de 1952 sufrió un infarto pulmonar y le diagnosticaron cáncer de páncreas. Su fiesta se celebra el 18 de agosto, el día de su muerte en el año 1952.

Preguntas para dialogar:
¿Qué aspectos de la vida de San Alberto Hurtado le llaman la atención? ¿Por qué?
¿Quiénes son los necesitados en su aldea? ¿Qué podemos hacer juntos con ellos para mejorarles la vida?

ORACIÓN FINAL:
  Se encuentra la oración de San Alberto Hurtado en la página siguiente.



Oración de San Alberto Hurtado, S.J.

Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
Y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.

Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás
por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo
y a juzgarme como a los demás.

No me dejes caer en el orgullo si triunfo,
ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso
es la experiencia que precede al triunfo.

Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte,
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.

Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.

Si yo fallara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente fallara conmigo, dame valor para perdonar.

Señor, si yo me olvido de Ti, no te olvides de mí.

Thursday, August 10, 2017

San Lorenzo

Notas para una homilía hoy en la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir.
2  Corintios 9, 6-10
Juan 12, 24-26

Después de nuestro bautismo, estamos ungidos, como miembros de Cristo – profeta, sacerdote y rey servidor. Por nuestro bautismo todos tenemos el triple ministerio de todo bautizado - profeta, sacerdote y servidor. Aunque una persona va a ser más como Cristo profeta, todos somos profetas, sacerdotes, servidores.

En una manera especial, el diácono es ordenado para ser el imagen del Cristo Servidor en el altar.
            
Hoy celebramos San Lorenzo – servidor de los pobres, testigo del Cristo Jesús, diácono de Roma.

El era uno de los siete diáconos de Roma que administraban los bienes de la iglesia y los distribuían a los pobres, los enfermos, los huérfanos y las viudas. También le asistían al papa en las misa.

El Papa Sixto II y los otros seis diáconos fueron martirizado el 6 de agosto del año 258. Dejaron vivo Lorenzo y le ordenaron llevar al prefecto los tesoros de la iglesia.

Los diáconos asistían a los obispos en el altar – pero también asistían a las mesas de los pobres. Somos llamados a llevar las necesidades de todo el mundo, especialmente de los pobres y marginados al altar. Y por eso, tenemos que escuchar.

Entonces, cuando el prefecto le ordenó al diácono Lorenzo llevar los tesoros de la iglesia, Lorenzo sabía qué hacer. Vendió los bienes de la iglesia, incluyendo los vasos sagrados, y los distribuyo a los pobres. No quiso que los bienes de la iglesia fueran utilizado para el imperio – los bienes de la iglesia son para los pobres.

Entonces, cuando Lorenzo llegó al prefecto, fue acompañado por los pobres, los enfermos, las viudas, los huérfanos – los marginalizados, los elegidos por Dios.

Él sabía cómo sembrar generosamente – para recibir una cosecha generosa. Porque sabía que “Dios…les proporcionará a ustedes una cosecha abundante y multiplicará los frutos de su justicia”.

El hizo eso – sin pena. Tenía que saber que el líder se enojaría y lo mataría.

Pero, sabía que el diácono como ministro de la Sangre de Cristo nos recuerda de la llamada a entregarse a Dios, hasta la muerte. Como dijo San Agustín:
“En [la Iglesia de Roma, Lorenzo] administró la sangre sagrada de Cristo; en ella, también, derramó su propia sangre por el nombre de Cristo”.

Como Jesús nos dice en el evangelio de hoy:
“Si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; Pero, si muere, producirá mucho fruto”.

Los mártires nos enseñan el amor, la entrega, de Cristo – y nos desafían entregarnos. No tengan miedo. El Señor es fiel –
Dios que provee la semilla al sembrador y el pan para comer, proveerá y multiplicará la semilla de ustedes y les hará crecer la cosecha de su limosna. 1Así enriquecidos, la generosidad de ustedes se transformará por nuestro medio en acción de gracias a Dios”.


Recuerdan las palabras del otro mártir, Beato Monseñor Romero:

A cada uno de nosotros nos está diciendo Cristo:
“Si quieres que tu vida y tu misión fructifique como la mía,
haz como yo:
conviértete en grano que se deja sepultar;
déjate matar —
no tengas miedo”.
El que rehuye el sufrimiento se quedará solo.
No hay gente más sola que los egoístas.
Pero si por amor a los otros das tu vida,
como yo la voy a dar por todos,
cosecharás muchos frutos.
Tendrás las satisfacciones más hondas.
No le tengas miedo a la muerte, a las amenazas.

Contigo va el Señor.

Sunday, August 6, 2017

Vivir la transfiguración

Notas para una homilía en la fiesta de la Transfiguración del Señor.

Mateo 17, 1-9


Ahora, Señor, podrás ser tú glorificado
tal como antes allá en el monte Tabor,
cuando tú veas a este pueblo transformado…
Gloria de la Misa Popular Salvadoreña


Muchas veces no podemos reconocer la realidad alrededor de nosotros. A veces nos confundimos y no vemos a la persona a nuestro lado por quien es.

Los discípulos de Jesús andaban con él por mucho tiempo. Para ellos, él era un profeta, un hombre que sanaba a los enfermos, un maestro que hablaba en el estilo de los campesinos, un hombre lleno de compasión. Pero, no pudieron ver que él, siendo una persona humana, también es Dios.

Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración, cuando Jesús manifestó a su divinidad en el Monte Tabor en la presencia de sus tres discípulos más íntimas. Allí, escucharon la voz del Padre, “Este es mi Hijo muy amado… escúchenlo”.

Jesús es una persona humana como nosotros. Pero también es Dios, es el Hijo de Dios. Es Dios hecho carne.

Pero, escuchen la oración de la misa hoy:
…nos dejaste entrever la gloria que nos espera, como hijos tuyos.
…concédenos seguir el Evangelio de Cristo para compartir con él la herencia de tu Reino.

Como escribió San Antanasio:
      Dios se hizo ser humano para que podamos ser divinos.

Y como dice El Catecismo de la Iglesia, no 460:
El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina": "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios".

Somos hijos de Dios, hechos en la imagen de Dios; Dios quiere transformarnos en verdaderos hijos e hijos de Dios como Jesús, su Hijo amado – pero muchas veces nuestro destino como hijos e hijas de Dios se esconden.

A veces la imagen se esconde por nuestros pecados. No vivimos como hijos de un Dios de amor y misericordia, un Dios entregado a los demás, un Dios que dio su vida para que vivamos. A veces tenemos un espíritu mezquino, un estilo de vida que está limitado a nuestros deseos, a nuestros placeres, a nuestra visión del mundo. No abarca el amor de Dios para todos – aún para enemigos.

A veces se esconde por la sociedad, por las fuerzas mezquinas del mundo. En las palabras de un canto salvadoreño:
...los dioses del poder y del dinero
se oponen a que haya transfiguración…

Hay instituciones, hay estructuras, hay ideas culturales y políticas, que – por sus políticas – disminuyen la dignidad de los hijos de Dios, despreciándolos y aun matándolos.

También, se esconde la imagen de Dios en nosotros, cuando nos cerramos a la voz de Dios. Y por eso, tenemos de tomar en cuenta las palabras que los discípulos escucharon en el monte:
Escúchenlo.

Cuando llenamos nuestra vida con bulla, con diversiones, no dejamos espacio por la voz de Dios. Tenemos que dejar un espacio en nuestras vidas por Dios, guardando momentos de silencio, no solamente en la iglesia, sino también cuando estamos trabajando en la cocina o la milpa – en cada lugar donde nos encontramos.

Dios está allí – aquí. Tenemos que dejar el espacio para que Él penetre nuestras defensas.

Pero, hay más.

Pedro, mirando Jesús transfigurado, dijo:
¡qué bueno sería quedarnos aquí!

Pero, inmediatamente después, escucharon la voz de Dios y los discípulos “cayeron rosto en la tierra, llenos de un gran temor”.

Tal vez, tienen un temor reverencial frente a la presencia de Dios. Pero, puede ser que tenían miedo de seguir adelante.

Tal vez, como dijo Pedro, quisieron instalarse allá en el monte, evitando las dificultades de vivir una vida transformada por Cristo en las tareas cotidianas.

Tenemos que vivir la transfiguración en todo lo que hacemos – no solamente en el monte o en la iglesia.

Tenemos que vivir nuestro destino de hijos e hijas de Dios – cuando rezamos y cuando  trabajamos, en la iglesia y en la escuela y colegio, en la cocina y en la finca, en nuestras relaciones dentro de la familia y con nuestros vecinos.

¿Cómo va a vivir la transfiguración en su vida esta semana?

Quiero compartirles las palabras de Carlo Carretto, hablando de la vida resucitada, que es la vida transformada por Cristo resucitado:

Todo compromiso aceptado es un acto de fe en la resurrección.

Cuando perdonas a tu enemigo,
cuando acallas el hambre del hambriento,
cuando defiendes al débil,
crees en la resurrección.

Cuando tienes el valor de casarte,
cuando aceptas al hijo que nace,
cuando construyes tu casa,
crees en la resurrección.

Cuando te levantas sereno por la mañana,
cuando cantas al sol que nace,
cuando vas al trabajo con alegría,
crees en la resurrección.


¿Cree en la vida transfigurada pro Cristo? ¿La vive?

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La foto es de la copia de la Transfiguración del pinto Rafael en la Basilica de San Pedro en el Vaticano.