Sunday, April 15, 2018

Testigos de la resurrección


Notas para una homilía, tercer domingo de Pascua, ciclo B
Hechos 3, 13-15. 17-19
Lucas 24, 35-48

“Ustedes son testigos de esto”, dice Jesús a sus discípulos en la noche de la resurrección.


¿Cómo somos testigos de Jesús resucitado?

A veces, estamos como los discípulos, encerrados en el Cenáculo, con miedo, no creyendo el testimonio de Pedro, ni los discípulos de Emaús, ni las mujeres que vieron a Jesús. Aun cuando aparece Jesús en medio de nosotros, quedamos “desconcertados”, “llenos de temor”, “atónitos”, Y para nosotros Jesús es solamente un fantasma.

Pero, estamos llamados a ser testigos de Jesús resucitado, Dios-hecho-hombre – con carne y hueso. A veces preferimos un Dios desencarnado, que no tiene nada que ver con nuestra vida cotidiana.

Pero Jesús aparece, les mostró sus llagas – sus manos y pies. “Tóquenme…”. Él es un Dios que nos da vida, entregándose hasta la cruz. Tenemos un Mesías que padece.  

Pero, también, para mostrarnos que está vivo, les pide a los discípulos, “¿Tienen aquí algo de comer”.

Y nos explique que tenemos que ser sus testigos, testigos de su amor, del perdón de los pecados. Ye tenemos que mostrar a todos, en nuestras vida, lo que Pedro dijo en el día de Pentecostés, como escuchamos en la primera lectura:

“arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen sus pecados”

Como el Papa Francisco nos recuerdo en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate – Regocíjense y  alégrense, que publicó el lunes pasado:

“Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Damos testimonio de Jesús muerto y resucitado en nuestras vidas cotidianos, mostrando el amor de Jesús en todo lo que hacemos.

Ser santo no es solamente un llamado a los grandes santos canonizados. Hay una santidad, dice Papa Francisco, que se desarrolla en nuestras vidas diarias.

Podemos encontrar santos, los que dan testimonio de Jesús resucitado, no solamente en los grandes santos – San Francisco, Santa Madre Teresa de Calcuta, San Monseñor Romero. Podemos encontrar “la santidad «de la puerta de al lado»”.

El papa Francisco da varios ejemplos de cómo podemos mostrar la santidad en nuestras vidas:
Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo.

. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso.

Todos podemos dar testimonio de Jesús resucitado en los detalles de la vida. En esta manera, como escribe el papa Francisco.

“La comunidad que preserva los pequeños detalles del amor, donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es lugar de la presencia del Resucitado que la va santificando según el proyecto del Padre”.

Carlo Carretto, un Hermanito del Evangelio, concretiza este testimonio:

Todo compromiso aceptado es un acto de fe en la resurrección.

Cuando perdonas a tu enemigo,
cuando acallas el hambre del hambriento,
cuando defiendes al débil,
crees en la resurrección.

Cuando tienes el valor de casarte,
cuando aceptas al hijo que nace,
cuando construyes tu casa,
crees en la resurrección.

Cuando te levantas sereno por la mañana,
cuando cantas al sol que nace,
cuando vas al trabajo con alegría,
crees en la resurrección.

¿Cómo vas a dar testimonio de Jesús resucitado en tu vida – esta semana?

Sunday, April 8, 2018

Oración de la misericordia de Dios


ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA
del Diario de Santa Faustina en el año 1937

Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.
                                          
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Y yo mismo me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportará mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mi.