Domingo, Vigésima quinta semana, ciclo C
Amos 8, 4-7
Salmo 112,1-2.4-6.7-8
1 Timoteo 2, 1-4
Lucas 16, 1-13
Para ayudarnos a
meditar la Palabra de Dios hoy tengo tres preguntas:
1. ¿Dónde encontramos
nuestra seguridad?
Algunos
construyen muros y un watchiman con armas para su seguridad. Pero, a veces, se
enceraron y se hicieron presos en sus propias casas.
Otros buscan la
seguridad como el administrador en el evangelio. Arreglando cuentas, tratan de
agarrar amigos – no, clientes – que pueden darles favores.
Otros buscan la seguridad,
vendiéndose a los políticos para conseguir chamba, prometiendo meterse en las
campañas políticas para asegurar empleo.
Otros buscan la
seguridad, amontando dinero y tierra, pensando que “tener mucho” les dará la
seguridad.
Pero, muchas
veces, ellos que buscan seguridad en dinero no toman en cuenta los efectos de
su avaricia – tierras quemadas, laderas taladas y desnudas y seres humanos
empobrecidos.
El profeta Amos
no tiene pelos en la lengua, condenando sus hechos de opresión:
Es fácil señalar
a los demás cuando buscan la seguridad en dinero, en tierras, en opresión. Pero,
¿Dónde buscamos nosotros las seguridad?
En nuestra vida
diaria, ¿buscamos la seguridad en dinero? ¿en nuestras conexiones con los
poderosos, con los ricos, con los políticos?
¿Dónde buscamos
la seguridad?
Como Jesús dijo
en el evangelio, “No podemos servir a dos maestros. No podemos servir a Dios y
al dinero”.
Si le creemos a
Jesús, encontramos nuestra seguridad en el Reino de Dios que él predica.
2. Pero, si
encontramos nuestra seguridad en Dios, ¿por qué estamos tan pasivos, tan
acomodados? ¿Por qué no buscamos el Reino de Dios, haciendo las obras de Dios?
A veces pensamos
que no podemos cambiar el mundo o que solamente los políticos pueden cambiar el
mundo – usualmente para el peor. A veces pensamos que solamente vale rezar por
los que gobiernan. Sí, tenemos que rezar por ellos para que podamos vivir tranquilamente.
Pero, no basta.
Mira el
administrador en la parábola. Él iba a perder su trabajo. Para evitar el
trabajo duro o la mendicidad, el arregló las cuentas de los deudores de su
jefe.
Jesús lo alaba –
no por sus maquinaciones, sino por su iniciativa. No dejó todo a la suerte. No
era fatalista. Tomó la iniciativa.
Y por eso, Jesús
dice, “Los que pertenecen a este mundo son más hábiles que los que pertenecen a
la luz”.
3. Y, por eso, la última
pregunta, ¿qué hacer?
Primero, no digo
que tenemos que engañar a los demás como el mal administrador. Tenemos que ser
honestos, transparentes en todo lo hacemos.
Pero, tenemos que
usar nuestras habilidades para vivir el Reino de Dios –
Pero no podemos
hacerlo solos. Pero tenemos la promesa de Dios, o mejor, el ejemplo de Dios que
se manifiesta en Jesús, Dios hecho hombre, que acompaña a los pobres, que vivía
como un pobre, que consolaba a los enfermos – a veces sanándoles. Como dice el
salmista:
El levanta del
polvo al desvalido
y saca al
indigente del estiércol
para hacerlo
sentar entre los grandes…
Que alaben el Señor
que exalta a los pobres.
En todo lo que
hacemos, ¿mostramos la fuente de nuestra seguridad en un Dios que exalta a los
pobres? o ¿buscamos la seguridad de los dioses de poder, dinero y lujuria?