Sunday, July 19, 2020

Dulce esperanza

Domingo, Decimosexta semana, Tiempo ordinario, Ciclo A

Sabiduría 12, 13.1-19
Romanos 8, 26-27
Mateo 13, 24-43

Notas para una homilía

Vivimos en tiempos difíciles. Es fácil perder la esperanza o buscar una esperanza vacía.
Es fácil pensar que no podemos hacer nada o pensar que podemos hacer todo por nuestras propias fuerzas. Pero las lecturas de hoy pueden darnos esperanza y movernos a buscar una vida nueva con Cristo.

Lo importante es recordar que, como escribió San Pablo, “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad…”

Las parábolas del Evangelio
- el trigo y la cizaña
El campo es, en una manera, el mundo, pero, podemos visualizar el campo de nuestra vida – donde hay una mezcla del bueno y del malo.
            Dios no quiere sacar lo malo por fuerza – porque nos respeta
     
El Señor, que es la Sabiduría encarnada, hoy nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: «Estos son los buenos, estos son los malos». Él nos dice que la línea de frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada persona, pasa por el corazón de cada uno de nosotros, es decir: todos somos pecadores. (el Papa Francisco, 23 de julio de 2017)

- la semilla de mostaza
      Dios no siempre demanda cosas grandes de nosotros.
Como dijo San Buenaventura: “una fidelidad constante en cosas pequeñas es una virtud grande y heroica”. Recuerda el camino pequeño de Santa Teresa de Lisieux.
“El proyecto del Padre tiene unos comienzos muy humildes, pero su fuerza transformadora no la podemos ahora ni imaginar”. ( J A Pagola)

¿Por qué  podemos hacer eso? Porque Dios es como está un Dios de misericordia, delicadez, de esperanza. Recuerda la primera lectura del libro de la Sabiduría:
·      por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos
·      juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza
·      Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.

Jesús nos hace capaz de hacer mucho, como una pizca de levadura.

Él explica como, usando nuestras experiencias. Como escribió padre José Antonio Pagola:
Jesús tuvo que enseñarles a captar su presencia de otra manera. Todavía recordaba una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo.
      Con el reino de Dios sucede como con la «levadura» que una mujer «esconde» en la masa de harina para que «todo» quede fermentado. Así es la forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera callada y oculta.
      Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura» que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.

Todos nosotros tenemos nuestra semilla de mostaza, nuestra pisca de levadura. Con eso, Dios puede transformarnos y transformar nuestro mundo.

¿Qué puede ser? ¿Qué puede hacer? ¿Cómo podemos dejar que Dios actúe en nosotros?