Wednesday, December 25, 2019

La Natividad del Señor - aurora


Solemnidad de la Natividad del Señor
Misa de la aurora
Isaías 62, 11-12; Tito 3, 4-7; Lucas 2, 15-20


      Anoche Iniciamos la celebración del nacimiento del Señor en la oscuridad, en las tinieblas.

     Vivimos en tiempos de tinieblas: -tinieblas personales, tinieblas en las familias, tinieblas en la comunidad, y, de veras, en el país: corrupción, narcotráfico, violencia,  A veces buscamos iluminar las tinieblas o escaparlas con las luces artificiales – del árbol de la Navidad, de los grandes malles en San Pedro o Tegucigalpa, con sus luces y ofertas, tratando de sacar dinero de nosotros, de los estadios en los juegos de deporte, de los lugares de poder.
  
    Todos buscamos luces en las tinieblas. El pueblo Israel anhelaba un Mesías para quitar las tinieblas, para vencer sus enemigos, para vindicarse, para dominar y derrotar a sus enemigos.

    Pero, Dios nos promete algo diferente: “ya llega tu Salvador”.

      No es un mesías que viene para dominar, para matar, para usar armas y violencia. No nace en los palacios del poder o de dinero, protegido por guardas de espalda – sino se encuentra en una cueva, un establo – nacido en un pesebre. Como dijo el ángel a los pastores:
“Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. Es un Dios que viene pobre, entre los pobres, para los pobres – indefenso y vulnerable.

      Y ¿Quiénes  fueron los primeros que lo visitaban?  Los pastores, los marginados, hombres humildes, sin poder, abiertos a la salvación en un niño, anunciado por un ángel: “Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre”.

   En su homilía de 24 de diciembre de 1978, San Óscar Romero dijo:
Nadie podrá celebrar la Navidad auténtica si no es pobre de verdad.
Los autosuficientes, los orgullosos,
los que desprecian a los demás porque todo lo tienen,
los que no necesitan ni de Dios, para ésos no habrá Navidad.
Sólo los pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien venga por ellos,
tendrán a ese alguien, y ese alguien es Dios,
Emanuel, Dios-con-nosotros.
Sin pobreza de espíritu no puede haber llenura de Dios.
      La pobreza, la humildad, el desprendimiento son condiciones de entrar el Reino de Dios.

     Para entrar la Basílica de la Navidad en Belén, tiene que agacharse, porque la puerta es muy bajita. Tenemos que dejar a lado todo prepotencia, todo deseo de dominar, todo orgullo y, de veras, todo tipo de pecado.

    Más que todo, tenemos que arrodillarnos ante un Dios, hecho carne, hecho pobre - con alegría

    Cuando podemos ver en la humildad de Jesús, Dios-con-nosotros, la presencia de Dios,   podemos ver la verdadera luz, en vez de las luces artificiales. 

     Podemos encontrar el Salvador,  que “nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de me­recerlo, sino por su Misericordia”.  Es un regalo sin precio – porque Él es  el Dios de la Misericordia.



Tuesday, December 24, 2019

La Natividad del Señor


Homilía Solemnidad de la Natividad del Señor
la misa de noche buena

Isaías 9, 1-3. 5-6; Tito 2, 11-14; Lucas 2, 1-14

Vivimos en tiempos de tinieblas: -tinieblas personales, tinieblas en las familias, tinieblas en la comunidad, y, de veras, en el país. A veces buscamos iluminar las tinieblas con las luces artificiales – del árbol de la Navidad, de los grandes malles con sus luces y ofertas, de los estadios, de los lugares de poder.

Todos buscamos luces en las tinieblas. El pueblo Israel anhelaba un Mesías para vencer sus enemigos, para vindicarse, para dominar y derrotar a sus enemigos.

Pero, Dios nos promete una luz diferente
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz…”

Y Dios nos da una luz que no viene de los palacios, sino de una cueva: “un niño nos ha nacido”, el príncipe de paz.

No es en mesías que viene para dominar, para matar.
Sino es un niño
“tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano… Porque la bota que pisa con estrépito y la capa empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego”.
Es un Dios que viene pobre, entre los pobres, para los pobres.

¿Quiénes  fueron los que lo visitaban?  Los pastores, los marginados hombres humildes, abiertos a la salvación en un niño, anunciado por un ángel: “Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre”.

En su homilía de 24 de diciembre de 1978, San Óscar Romero dijo:
Nadie podrá celebrar la Navidad auténtica si no es pobre de verdad.
Los autosuficientes, los orgullosos,
los que desprecian a los demás porque todo lo tienen,
los que no necesitan ni de Dios, para ésos no habrá Navidad.
Sólo los pobres, los hambrientos,
los que tienen necesidad de que alguien venga por ellos,
tendrán a ese alguien, y ese alguien es Dios,
Emanuel, Dios-con-nosotros.
Sin pobreza de espíritu no puede haber llenura de Dios.

Para entrar la Basílica de la Navidad en Belén, tiene que agacharse, porque la puerta es muy bajita. Tenemos que dejar a lado todo prepotencia, todo deseo de dominar, todo orgullo y, de veras, todo tipo de pecado.


Más que todo, tenemos que arrodillarnos ante un Dios, hecho carne, hecho pobre – y de su pobreza vivir con alegría – dando gloria a Dios y abriéndonos a la paz que Dios-hecho-hombre nos trae, por “la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos”.

Saturday, December 21, 2019

Espero lo inesperado


Notas para una homilía

Adviento Domingo 4 A


Isaías 7, 10-14
Romanos 1, 1-7
Mateo 1, 18-24


Adviento es un tiempo de esperanza.

Pero ¿qué esperamos? ¿tenemos una esperanza abierta a las sorpresas de Dios? O ¿Esperamos siempre lo mismo?

En nuestro mundo, en Honduras, hay mucho que genera desaliento, la falta de esperanza. Como dijeron los obispos en un mensaje publicado esta semana, escribieron:
Vivimos tiempos difíciles, por la situación política, la economía, pro la inseguridad y la falta de empleo; y no es extraño que gran parte de la población exprese su falta de fe y de esperanza en nada y en nadie.
Contra este desaliento, queremos compartir razones para la esperanza, fundamentándonos en nuestra fe en Cristo, el Salvador. El Nacimiento de Jesús en Belén, “es el acontecimiento único y extraordinario que ha cambiado el curso de la historia”, afirma el Papa Francisco…
Si nos dejamos iluminar por los valores que Cristo nos enseña, seremos capaces de cambiar el curso de la Historia de Honduras.

Dios nos ofrece esperanza – aún más nos presenta algo nuevo,

Pero. ¿cómo respondemos cuando Dios nos lo ofrece?

¿Somos como Ajaz? Dios promete de darle la señal que pide. La repuesta del rey aparece muy piadosa: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Pero, debemos  saber que Ajaz no quiso una señal de Dios. Estaba muy contento con su manera de gobernar, y su manera de defender al pueblo – con alianzas con naciones poderosas y con la fuerza de su ejércitos. No quiso algo diferente.

Pero, Isaías le dio otra señal, un señal de Dios:
“la jovencita concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

El rey Ajaz espera en lo que él mismo puede hacer, no en las maravillas nuevas que Dios puede hacer.

En el evangelio, tenemos una situación diferente. José, esposado con María, dio a conocer que María estaba embarazada (con Jesús). Él tenía sus planes – muy sensible. No quiso dañar o desprestigiar a María.

Pero, Dios tuvo otro plan y José se puso de acuerdo y la recibió en su casa.

Él estaba abierto a algo nuevo. No negó de cambiar sus planes. Aunque fuera algo nuevo e inesperado, aceptó el mensaje de su sueño.

¿Qué es la esperanza de la persona fiel?

Yo creo que la esperanza es confianza en las promesas de Dios y la disponibilidad de cambiar . Está fundada en la confianza que Dios está- con nosotros, que Él es Emanuel – Dios-con-nosotros. Un Dios que quiere caminar con nosotros, acompañándonos.

No es una actitud pasiva. No, la esperanza debe propulsarnos a abrirnos al camino nuevo que Dios nos propone. Ajaz no quiso cambiar sus estrategias, confiado en sí mismo. José puso su confianza en Dios.

¿Somos como el rey Ajaz o como San José?

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San Agustín: “la esperanza tiene dos bellas y queridas hijas: la indignación y el coraje. La indignación para rechazar las cosas tal como están; y el coraje, para cambiarlas”.

(La foto es de uno de los nacimientos en la catedral de Ravenna, Italia, tomada el 10 de febrero de 2013.0