Juan 18, 33-37
Frente al Pilato, Jesús afirma que es rey. El encuentro
de Jesuitas con Poncio Pilato es una confrontación entre dos reinos - el reino
del imperio romano y el reino de Dios.
Pero el Reino de Dios no tiene sus raíces en este
mundo.
Los reinos de este mundo son reinos que mantienen su
poder con violencia, con manipulación, con dominación. Dan regalos para que
mantienen su poder; amenazan a los que les oponen o les critican.
El reino de Dios no se mantienen así. Tienen que ver con
las realidades de la vida y de la política, pero no actúa con violencia, con
amenazas, ni con sobornos.
El
reino de Dios está encarnado en un hombre, preso, torturado.
El reino de Jesús es una crítica fuerte de los reinos de
este mundo.
Es un reino que acoge al extranjero, que protege al
pobre, que rechaza la violencia y la violencia – con un rey que toca con
ternura.
Porque Jesús se pone al lado de los pobres, a lado de los
condenados por los poderosos, a lado de los que sufren, a lado de los que están
perseguidos por causa de la justicia de Dios.
“Mi reino no tiene sus raíces en este mundo”.
Jesús no pertenecía al sistema donde el prefecto romano
funcionaba, mantenido por injusticia o mentiras. Sus principios tiene otra
fuente - el amor de Dios al mundo.
No vino
para dominar como el imperador Tiberio sino para ser testigo a la verdad,
llevando el amor y la justicia de Dios en la historia humana.
“Vine al mundo para ser testigo de la verdad”.
¿Donde es tu lealtad? ¿La verdad o una
ideología, una plataforma política o un líder?
¿A quién sirves?