Sunday, October 22, 2017

Dios y la política



Isaías 45, 1. 4-6
Mateo 22, 15-21


Notas para una homilía - domingo, vigésima novena semana, tiempo ordinario, ciclo A


Estamos en medio de las campañas políticas. No voy a platicar sobre los partidos ni los candidatos por tres razones.

Primero, no soy hondureño.

Segundo, como diácono no debo promover un candidato de ningún partido.

Tercero, la iglesia debe hablar sobre la política desde la perspectiva del Reino del Dios, en la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, pero sin apegarse a ningún partido político.

Si, la vocación política puede ser un camino para la salvación – más que todo cuando la persona es siervo del pueblo y busca el bien común.

Por eso, los fieles tienen una responsabilidad de trabajar para el bien común.  El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Christifideles laici,  No. 42, dijo:
“Para animar cristianamente el orden temporal... los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el Bien Común... todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, compromisos y responsabilidades”.

Hay, a lo menos, dos tentaciones – ver la política, y un partido político como camino salvífica o ver la política como siempre sucio, apartándose de involucrarse aun  en la política no partidista.

En la primera lectura, el profeta Isaías cuenta como Dios usa un rey extranjero para el bien de su pueblo, un rey que no conoce a Dios.La obra de Dios no se hace solamente de una nación, ni de un partido político.

Pero, el evangelio es algo famoso. Vienen algunos discípulos de los líderes religiosos con una pregunta. 

Pero, no es una pregunta en la búsqueda de la verdad, aunque pretenden que están buscando la verdad y alaban a Jesús como una persona que dice la verdad.

Su pregunta es una trampa.

Como muchas trampas, esta pregunta invita una falsa elección – si o no.

SI Jesús dice si, pagando el impuesto del emperador, la gente que lo han seguido van a verlo como traidor de los pobres, pegado al poder extranjero. Lo dejan.

Si dice no, los autoridades van a considerarlo como rebelde, revolucionario, y van a encarcelarlo y crucificarlo.

Pero, ¿qué hace Jesús?

No trataba de discutir con las autoridades religiosas. No buscaba una respuesta puramente intelectual. No dio la respuesta definitiva. Jesús sabe que es una trampa, pero les invita a discernir, a examinarse a sí mismas.

Primero, propuso algo concreto: “Enséñame la moneda del tributo”.

Los líderes sabían que era un pecado de llevar una moneda con el imagen del emperador, del César. Los judíos estuvieron muy estrictas del mandamiento: “No deben tener imágenes grabadas”.

Para los judíos, tocando una moneda con la imagen del César, podrían ser un pecado muy serio. Y, por eso, Jesús les pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?’

La imagen era del Emperador Romano y la inscripción exaltaba al Tiberio César como un hijo divino  [“Tiberio César, Hijo augusto del Divino Augusto. Pontífice Máximo”].
"La moneda lleva la imagen del emperador, pero el ser humano, como lo recuerda el viejo libro del Génesis, es «imagen de Dios». Por eso, nunca ha de ser sometido a ningún emperador. Pero, Jesús les comenta: “Den al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios”. (José Antonio Pagola)
Algunos la interpretan esta frase como una teología de la política. Yo pienso que no es. Me gustaría proponer que Jesús quiera que los líderes se examinen a sí mismos.

Un santo explicó la dicha en esta manera. Todo es de Dios y, por eso, tenemos que dar todo a Dios. Nada queda para César – solamente, tal vez, las monedas injustas.
También, “Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios?”. (José Antonio Pagola)
Su respuesta es una llamada una discernimiento personal – y, después a una conversión.

En nuestras vidas, ¿qué le pertenece a Dios? O ¿hemos cercado una parte de la vida para Dios y otra parte para nuestros deseos?

En nuestras políticas, ¿qué le pertenece a Dios? ¿Es la política un manera de servir a la comunidad y a los pobres como Jesús? O ¿Es una manera de agarrar poder, dinero y prestigio para nosotros?


Para Jesús estas preguntas personales deben abrirnos a buscar el Reino de Dios, un Reino que es, como Pablo escribe, justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14, 17)

"Den a Dios lo que es de Dios" — TODO.