Dios de la Vida
Borrador de una
homilía
25 de octubre de
2016
Exequias de
Héctor Ricardo y María Perdomo en Pascuingual.
Lecturas: Genesis
4, 1-15; Salmo 130 (129); Lucas 23, 26-46
Estamos reunidos
acá en un tiempo difícil, recordando la muerte terrible de María Perdomo y
Héctor Ricardo, una pareja, macheteada en su casa, el domingo.
Cada muerte lleva
tristeza y lágrimas, pero estas muertes nos llevan una tristeza profunda.
En la primero
lectura, escuchamos que la sangre de Abel sube hasta el cielo. También la sangre
de esta pareja clama al Dios.
En estos
momentos, hay que llorar; lagrimas son necesarias.
Pero la muerte no
es la última palabra; la palabra final es la Vida, Jesús.
En la cruz, Jesús
sufrió la muerte para con nosotros porque es un Dios que quiere compartir
nuestras vida – aun nuestros sufrimientos.
Pero aún más,
Jesús entregó su vida para darnos la vida – el Perdón.
Porque la muerte
no es la última palabra, Jesús resucitado es: una Palabra que es la Vida, el
Perdón, la Reconciliación.
No es una vida de
muerte, de venganzas, ni de resignación. Es una palabra de una palabra de una
Vida nueva.
Dios no quiere la
muerte – ni de los asesinados, ni de sus asesinos. En la primera lectura, hemos
escuchado que Dios le dio a Caín un señal para protegerlo de la venganza.
¡NO a la
venganza! ¡SI al perdón!
Pero el perdón
debe llevar una resolución de cambio, de conversión, de reconciliación.
Hay que dejar al
lado el espiral, el ciclo de la violencia u de la venganza. Hay que iniciar una
vida nueva de perdón, reconciliación y solidaridad.
La muerte, la
violencia, la venganza tiene que parar.
Ya han parado al
pie de la cruz de Jesús. En la cruz, una muerte cruel, Jesús rotó el espiral de la venganza: “Padre,
perdónales…”
Jesús nos ofrece
una vida de perdón.
Entonces, si
tiene en su corazón un deseo de vengarse de estas muertas terribles, déjenlo al
pie de la cruz.
Si está lleno de
tristeza, déjala en el regazo de la Virgen como ella recibió el cuerpo de Jesús
muerto en la cruz.
Si hay temor,
déjalo en el corazón de Jesús, manso y humilde.
Si los asesinos
están acá, acérquense a la cruz de Jesús, pidiendo perdón y la misericordia de
Dios y conviértanse.
Pongamos todo al
pie de la cruz, recordándonos que la última palabra de Dios es la Vida.
Entonces, busquemos
la reconciliación. Busquemos la solidaridad. Busquemos el perdón.
Pero, buscamos el
perdón – no la resignación. El perdón nos ofrece la posibilidad de vivir en una
manera nueva, diferente – saliendo del ciclo de la violencia y ofreciendo la
conversión as los malhechores.
El perdón incluye
la solidaridad, la reconciliación y la justicia.
En el nombre de
Dios, les llamo:
Que cese la violencia
Que se corte el espiral de la
venganza y la violencia
Que cesa la impunidad
Si sabe quiénes son los responsables de estas muertes cueles, denúncielos –
pero, denuncie con otras personas, en solidaridad, quitando el miedo.
Finalmente, tenemos que vivir la solidaridad de Cristo, ayudando la
familia, acompañándoles en este tiempo de tristeza. También tenemos que
trabajar juntos para crear una nueva sociedad de amor, de solidaridad, de
perdón, de reconciliación.