Borrador de una homilía
para la fiesta de San Antonio de Padua
Sabiduría 7, 7-14
Salmo 39, 3-4. 10-11. 17
Efesios 4, 7-15
Marcos 16, 15-20
Leccionario franciscano
Salmo 39, 3-4. 10-11. 17
Efesios 4, 7-15
Marcos 16, 15-20
Leccionario franciscano
En el imagen más
común de San Antonio, miramos al santo con Jesús en sus brazos y, muchas veces,
con un libro.
San Antonio,
desde joven, estudiaba la Palabra de Dios. Estudiando fue, para él, una manera
de abrir su corazón a Cristo, la Palabra que se hizo carne. Estudiar, buscar
sabiduría no es para enriquecernos y hacernos más cultos o educados; no, es
para convertirnos en seguidores de Cristo, para ayudarnos a conocerle a Dios.
Entonces,
primeramente el ejemplo de San Antonio debe enseñarnos a amarle a Cristo,
escucharle y seguirle dondequiera Dios nos llama.
Así vivía San Antonio
en su vida tan corta; murió teniendo solamente treinta y seis años.
Su familia vivía
en Portugal; joven, entró una comunidad de religiosos agustinos, donde
estudiaba la Biblia y teología. Allí fue ordenado sacerdote.
Pero, estaba
siempre abierto a la voluntad de Dios, a cambios de dirección en su vida.
Después de ver
los restos de algunos franciscanos martirizados en Marruecos, decidió a entrar
esta orden de frailes menores, fundado hace pocos años por San Francisco de Asís.
Pensaba de ir a
Marruecos para predicar la Palabra de Dios, pero allá se enfermó y tuvo que
salir, pensando de volver a Portugal. Pero; los vientos empujaron el barco hasta
Italia. Allí, se enteró de una gran reunión de los frailes menores en Asís, con
San Francisco.
Allí, buscó un
lugar donde vivir. Fue a un convento en la montañas. Allí, lavaba trastes, barraba
la casa, oraba y estudiaba. Pero, nadie dio cuenta que era un hombre con muchos
talentos. Pero, él estaba contento de hacer los oficios de la casa, orar y
estudiar. Era un tiempo de encontrarle a Dios, aún lavando trastes.
Un día, en una
misa de ordenaciones, su superior le pidió predicar, porque nadie ha preparado
una predica. Sin preparación, el dio una homilía tan bonita que los frailes
decidieron que él tenía que salir de la oscuridad y andar predicando en toda la
región.
Dios escogió en
este momento al más pequeño, al más humilde para ser su voz a las naciones.
Antonio salió de
su lugar escondido y predicaba en muchas partes de Italia.
Después le pidieron
enseñar teología a los otros frailes. San Francisco le apreciaba sus talentos y
le mandó una carta:
A fray Antonio, mi obispo, el hermano Francisco,
salud. Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en
el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se
contiene en la Regla.
San Antonio
guardaba un espíritu de oración; la teología era para él una herramienta para
entrar en diálogo con Dios.
Pero, para San Antonio,
la Palabra de Dios no era algo separado de la vida. Lleno de compasión, ayudaba
a los pobres y predicaba en contra de la injusticia.
Como dijo Papa Benedicto
XVI,
…Antonio invita muchas veces a los fieles a pensar en la verdadera riqueza,
la del corazón, que haciéndoles buenos y misericordiosos, les hace acumular
tesoros para el Cielo. "Oh ricos – les exhorta – háganse amigos [con] los
pobres, acójanlos en sus casas: serán después ellos quienes les acojan en los
eternos tabernáculos, donde está la belleza de la paz, la confianza de la
seguridad, y la opulenta quietud de la saciedad eterna”.
Por eso, y por su
caridad, lo llamaron “el Amigo de los pobres”.
Entonces, ¿qué
podemos captar de la vida de San Antonio para nuestras vidas?
Primero: abra la corazón
a Dios; déjelo hablar a ti; reconózcalo en la vida cotidiana. Podemos hacerlo,
orando y estudiando – y encontrándole a Dios lavando trastes y barriendo, como
San Antonio.
Segundo: sea
disponible. Muchas veces Dios nos llama a ir más allá, a arriesgarnos, a
cambiar. Tal vez no va a llamarnos de ir a otros países, como San Antonio. Tal
vez, no va a llamarnos a predicar. Pero, nuestra vida debe ser una predica en
silencio, mostrando al mundo al amor de Dios.
Tercero: amar a
Dios y amar a los marginados.
Que San Antonio
sea para nosotros un santo que nos muestra un camino hacía Dios, para que,
recordando las palabras de San Pablo
realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que
es la cabeza: Cristo.
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