Isaías 45, 1. 4-6
Mateo 22, 15-21
Notas para una homilía - domingo, vigésima novena semana, tiempo ordinario, ciclo A
Estamos en medio
de las campañas políticas. No voy a platicar sobre los partidos ni los
candidatos por tres razones.
Primero, no soy
hondureño.
Segundo, como diácono
no debo promover un candidato de ningún partido.
Tercero, la
iglesia debe hablar sobre la política desde la perspectiva del Reino del Dios,
en la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, pero sin apegarse a ningún
partido político.
Si, la vocación
política puede ser un camino para la salvación – más que todo cuando la persona
es siervo del pueblo y busca el bien común.
Por eso, los
fieles tienen una responsabilidad de trabajar para el bien común. El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Christifideles laici, No. 42, dijo:
“Para animar cristianamente el orden temporal...
los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”;
es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa,
administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente
el Bien Común... todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en
la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles,
compromisos y responsabilidades”.
Hay, a lo menos,
dos tentaciones – ver la política, y un partido político como camino salvífica
o ver la política como siempre sucio, apartándose de involucrarse aun en la política
no partidista.
En la primera lectura,
el profeta Isaías cuenta como Dios usa un rey extranjero para el bien de su
pueblo, un rey que no conoce a Dios.La obra de Dios no se hace solamente de una nación, ni de un partido político.
Pero, el evangelio
es algo famoso. Vienen algunos discípulos de los líderes religiosos con una pregunta.
Pero, no es una
pregunta en la búsqueda de la verdad, aunque pretenden que están buscando la
verdad y alaban a Jesús como una persona que dice la verdad.
Su pregunta es
una trampa.
Como muchas
trampas, esta pregunta invita una falsa elección – si o no.
SI Jesús dice si,
pagando el impuesto del emperador, la gente que lo han seguido van a verlo como
traidor de los pobres, pegado al poder extranjero. Lo dejan.
Si dice no, los
autoridades van a considerarlo como rebelde, revolucionario, y van a
encarcelarlo y crucificarlo.
Pero, ¿qué hace
Jesús?
No trataba de
discutir con las autoridades religiosas. No buscaba una respuesta puramente
intelectual. No dio la respuesta definitiva. Jesús sabe que es una trampa, pero
les invita a discernir, a examinarse a sí mismas.
Primero, propuso algo
concreto: “Enséñame la moneda del tributo”.
Los líderes sabían
que era un pecado de llevar una moneda con el imagen del emperador, del César. Los
judíos estuvieron muy estrictas del mandamiento: “No deben tener imágenes grabadas”.
Para los judíos,
tocando una moneda con la imagen del César, podrían ser un pecado muy serio. Y,
por eso, Jesús les pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?’
La imagen era del
Emperador Romano y la inscripción exaltaba al Tiberio César como un hijo divino [“Tiberio César, Hijo augusto del Divino
Augusto. Pontífice Máximo”].
"La moneda lleva la imagen del emperador, pero el ser humano, como lo recuerda el viejo libro del Génesis, es «imagen de Dios». Por eso, nunca ha de ser sometido a ningún emperador. Pero, Jesús les comenta: “Den al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios”. (José Antonio Pagola)
Algunos la
interpretan esta frase como una teología de la política. Yo pienso que no es. Me
gustaría proponer que Jesús quiera que los líderes se examinen a sí mismos.
Un santo explicó
la dicha en esta manera. Todo es de Dios y, por eso, tenemos que dar todo a
Dios. Nada queda para César – solamente, tal vez, las monedas injustas.
También, “Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios?”. (José Antonio Pagola)
Su respuesta es
una llamada una discernimiento personal – y, después a una conversión.
En nuestras
vidas, ¿qué le pertenece a Dios? O ¿hemos cercado una parte de la vida para
Dios y otra parte para nuestros deseos?
En nuestras
políticas, ¿qué le pertenece a Dios? ¿Es la política un manera de servir a la
comunidad y a los pobres como Jesús? O ¿Es una manera de agarrar poder, dinero
y prestigio para nosotros?
Para Jesús estas preguntas personales deben abrirnos a buscar el Reino de Dios, un Reino que es, como Pablo escribe,
justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14, 17)
"Den a Dios lo que es de Dios" — TODO.
"Den a Dios lo que es de Dios" — TODO.