Notas para una
homilía de la fiesta de
Corpus Christi,
El Cuerpo y La Sangre de Cristo.
2 Corintios 11, 23-26; Lucas 9,
11-17
Esta semana, vi una entrevista
de un amigo mía. Él ha luchado por más que cincuenta años por la paz, la
justicia, los derechos humanos, en solidaridad con los pobres, trabajando con
comunidades de fe en todo el mundo. El sacerdote que lo entrevistaba, le
preguntó, “¿Qué te sostiene?” El respondió, inmediatamente, “La eucaristía”.
La Eucaristía nos sostiene. Es
la alimentación de nuestro ser. La eucaristía es Cristo – cuerpo entregado,
sangre derramada. En la comunión somos en una relación íntima con Jesús, que
nos salve, nos ama y nos sostiene – en tiempos buenos y en tiempos difíciles.
La eucaristía nos transforma.
Como el pan y el vino se transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, debemos
ser transformados en Cristo. En
la oración cuando mezclo unas gotas de agua con el vino que va a ser la sangre
de Cristo, como diácono, rezo:
“El agua unida al vino sea signo
de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir
nuestra condición humana”.
La eucaristía nos empuja
- a ser personas transformadas, que
saben compartir. Transformados podemos vivir como Cristo, entregando nuestras
vidas, derramando nuestra sangre en servicio de Dios y los demás.
Podemos ser como Cristo – y no
como los apóstoles que quisieron quitarle
a la gente hambriento. No quisieron buscar una manera de alimentarla. Pero,
le pidieron a Jesús, “Despide a la gente…” No vamos a tomar responsabilidad por
el hambre de los demás. Cada individuo tiene que hacer lo que necesitamos. ¿Soy
el guardián de mis hermanos?
Pero Jesús, que se ha hecho
salvador del mundo, guardián de todos, les dijo, “Denles ustedes a comer”.
Transformados por Cristo, recordamos
que hemos recibido todo del Dios – gratis.
Y compartimos gratis, sin cobrar.
La eucaristía nos empuja al
mundo, a los descartados y marginalizados – donde está Jesús.
Hemos recibo el Pan del Cielo,
para ser transformados y para en unión con Jesús transformar el mundo – siendo signos
del Reino de Dios en el Mundo.
Recuerda y viva el misterio de
la Eucaristía – en la cual Dios nos sostiene, nos transforma y nos empuja a
compartir.