Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
Jornada Mundial de los Pobres
Daniel 12, 1-3
Hebreos 10, 11-14. 18
Marcos 13, 24-32
Borrador de una homilía
En el inicio de la lectura del profeta Daniel y del evangelio de San Marcos de hoy, encontramos un tiempo de angustia y tribulación.
Mirando alrededor de nosotros hoy, también encontramos la angustia y la tribulación.
Hace un año y medio nos cayó una pandemia que todavía nos aflige – mas que diez mil han muerto y todavía hay nuevos casos.
Hace un año dos huracanes arrasaron Honduras.
Hoy la violencia, el narcotráfico, y la pobreza afligen Honduras.
El 8 de noviembre el Instituto Nacional de Estadística especificó que el 73.6% de los hogares hondureños se encuentran en condiciones de pobreza.
En medio de todo esto, hoy la iglesia celebra la quinta jornada mundial de los pobres.
La realidad hondureña es terrible. Reina la injusticia.
También reina el individualismo y la indiferencia antes del dolor del otro.
Pero, como predicó el papa Francisco esta mañana en Roma:
“Con la ayuda de este Evangelio podemos leer la historia considerando dos aspectos: el dolor de hoy y la esperanza de mañana”.¿La esperanza? Jesús nos recuerda que, mirando los arboles, podemos ver la esperanza de fruto. El usaba el ejemplo de la higuera. Nosotros podemos pensar del café. En abril, no hay café, pero podemos ver los brotes y después las flores. A veces, como dijo el papa, “La esperanza del mañana florece en el dolor de hoy”. La injusticia, la pobreza, no son la voluntad de Dios. Jesús nos predica las buenas noticias del Reino de Dios, un reino de justicia, de equidad, de solidaridad, de caridad. En la oscuridad de nuestro tiempo podemos encontrar la luz de Cristo, reflejada en los que manifiestan este reino. Como dice el profeta Daniel:
“Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad”.Pero, no es solamente una promesa, sino es desafío. Debemos ser una comunidad que refleja el Reino.
En un mundo que dice, “Salgan ellos que pueda,” debemos ayudar a los que necesitan ayuda como una comunidad solidaria.
En un mundo que se dice que la necesidad del otro no me importa, debemos ofrecer nuestra ayuda. Los paganos de los primeros siglos de la iglesia maravillaban mirando como los cristianos se ayudan unos a otros. ¿Pueden decir lo mismo de nosotros?
Debemos ser un pueblo que siembra esperanza – con nuestra fe y nuestra caridad.
Voy a terminar la homilía con las palabras del Papa Francisco hoy:
¿qué se nos pide a nosotros cristianos ante esta realidad? Se nos pide que alimentemos la esperanza del mañana aliviando el dolor de hoy.
La esperanza cristiana … es construir cada día, con gestos concretos, el Reino del amor, la justicia y la fraternidad que inauguró Jesús.
A nosotros se nos pide esto: que seamos, en medio de las ruinas cotidianas de mundo, incansables constructores de esperanza, que seamos luz mientras el sol se oscurece, que seamos testigos de compasión mientras a nuestro alrededor reina la distracción, que seamos presencia amante, atenta en medio de la indiferencia generalizada.
Hace poco recordé algo que repetía un obispo cercano a los pobres, pobre de espíritu, don Tonino Bello: «No podemos limitarnos a esperar, tenemos que organizar la esperanza».Y mi pregunta a ustedes:
¿Qué estamos haciendo para organizar la esperanza?
Thank you, John. Words like these are needed. Now I have to put those words into action; or as Bishop Don Tonino Bello said: organize hope
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