Quinto domingo del tiempo ordinario - Ciclo C
Isaías 6, 1-2a.3-8; 1 Corintios 15, 1-11; Lucas 5, 1-11
Hemos escuchado a Dios llamando al profeta Isaías, al pescador Simón (Pedro) y al Pablo (el “último entre los apóstoles”).
Dios no solamente llama a estos grandes hombres. Viene a encontrarnos, cada uno de nosotros, donde estamos, y a llamarnos a ser sus seguidores, y a la conversión.
A veces sentimos, como Isaías, Pedro y Pablo, perdidos, impuros, indignos, pecadores, sin méritos, incapaces. Pero, a pesar de todo, Dios nos llama porque él ve algo bueno en cada uno de nosotros y tiene una misión para mí y para usted.
Podemos tratar de decirle algunas excusas, pero todavía nos llama.
Isaías dijo que estaba un hombre de labios impuros; Simón Pedro le dijo a Jesús, “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”; Pablo se llama a sí mismo como un aborto.
Pero Dios los purificó, los perdonó, los dio la fuerza; y él nos purifica, nos perdona, nos da la fuerza – no importa si nos sentimos reventados, inútiles, indignos.
A veces Dios nos llama porque estamos débiles, no confiándonos en nuestras fuerzas o nuestros méritos sino en la gracia del Señor. Como Pablo escribió a los corintios, “no merezco el título de apóstol…. [Pero] gracias a Dios soy lo que soy, y su gracia en mí no ha estado inútil, no ha resultado estéril”.
Dios nos llama a la conversión y a la misión – cada uno de nosotros. Es pura iniciativa del Dios. Él viene cada día llamándonos.
Viene a encontrarnos y llamarnos.
A veces la llamada es un evento espectacular – como con San Pablo cuando Jesús le apareció en el camino a Damasco, o como con Isaías en una visión en el templo, o como con Simón Pedro en la pesca milagrosa.
Pero, muchas veces las llamadas a la conversión o la misión vienen en el medio de la vida cotidiana – y solamente tenemos que reconocer que Dios está llamándonos.
Las llamadas espectaculares son como eventos que nos empujan a la acción. Tal vez conoce a un alcohólico que experimentó un momento en que decidió de dejar beber.
Pero, la conversión, la llamada a la misión, no es un solo evento. Según la sabiduría de Alcohólicos Anónimos, la persona tiene que renovar su decisión cada día – y no puede hacerla sin la ayuda de Dios.
A todos nosotros, Dios sigue llamándonos a la conversión permanente – cada día llamándonos a la misión del día. Porque la conversión es un proceso en curso.
También, la misión asumida no siempre es la misma – a veces Dios nos llama a ser y hacer algo más y tenemos que estar atentos a la llamada de Dios.
Porque Dios nos llama cada día, usualmente en lo cotidiano para vivir como hijos e hijas de Dios, como discípulos-misioneros, protagonistas del Reino de Dios – algunos con un cargo en la iglesia, pero para la mayoría como signos del Reino de Dios donde estamos – en la familia, en el trabajo, o en la escuela. Tal vez Dios está llamándonos en el enfermo o la anciana que le gustaría una visita, o en las personas pobres que nos llama a ayudar en sus necesidades. Tal vez Dios está llamándonos a abogar para las víctimas de injusticia o violencia doméstica. Tal vez Dios nos llama a hacer algo muy sencillo - saludando alguien que está triste o se siente abandonados. con una sonrisa o una palabra.
Cada persona – desde el niño al anciano – tiene una misión. No hay excusas.
Porque Dios nos llama y nos da el perdón y la fuerza que nos falta.
Dios nos llama hoy a la conversión, a la misión - ¿Cómo va a vivir la misión hoy?