Saturday, August 13, 2022

HAGAN LIO - ardiendo

Domingo 20, tiempo ordinario, ciclo C 
Borrador de una homilía 

Jeremías 38, 4-6, 8-10 
Hebreos 12, 1-4
Lucas 12, 49-53 



¿Qué imagen tiene de Jesús? 
¿Manso, amable, nunca enojado? 

Pero, en el evangelio de hoy, encontramos un Jesús un poco diferente. Dice a sus discípulos, 
“He venido a traer fuego a la tierra…”   
“No he venido para traer la paz, sino la división.” 

 Podemos protestar, “él es el príncipe de la paz”. Y así es

A pesar de ser el principio de la paz, su presencia en el mundo creó divisiones:
Amaba a los enemigos, 
comía con los pecadores y descartados, 
perdonaba a los pecados, 
tocaba a los enfermos impuros, 
hablaba con mujeres, incluyendo mujeres extranjeras. 

Con todo eso, perturbó al orden establecido, revelando las injusticias, las divisiones, el desprecio de los pobres y marginados, el maltrato de tantas personas.

Quitó la máscara de la paz falsa, para abrir un espacio para la paz verdadera, la paz fundada en amor, inclusión, solidaridad.

Sí, consoló – y consuele – a los afligidos; Pero, haciéndolo, afligió y aflige a los cómodos, los que disfrutan un consuelo falso, fundada en la injusticia.

Es claro, como escribió Gustavo Gutiérrez. “Las escrituras nos recuerdan muchas veces que el anuncio del amor de Dios choca siempre a los grandes de este mundo”. 
 
Mira lo que dicen los jefes del pueblo sobre el profeta Jeremías, “las cosas que dice desmoralizaron a los guerreros…y a todo el pueblo”. 

Pero tenemos otros testigos de la fe que también lo acusaron los poderosos. 
Lo acusan a Monseñor Rolando Álvarez de Nicaragua de ser "conspirador contra el Estado”, cometiendo lo que dicen es “un pecado de lesa espiritualidad”. 
Lo acusaron a Monseñor Romero de El Salvador de ser comunista por defender a los pobres. 
Lo condenaron a muerte un campesino, Beato Frans Jägerstätter, por rechazar de servir en el ejército nazi. 
 
El amor de Jesús, su mensaje de un Reino de amor, de justicia y de paz los desacomoda a los poderosos y ricos, y debe desacomodarnos a nosotros y desorientarnos, para que podamos identificar y rechazar la paz falsa, buscando la paz verdadera.

Los poderosos del mundo usan tácticas distintas para engañarnos, para esconder la verdad e imponer la paz falsa:
la propaganda,
los bonos que no cambian el sistema de injusticia que oprime al pobre,
las calles bonitas y los muros pintados mientras muchos en as aldeas viven en miseria con vías de comunicación dañados y sin la educación y la atención medica que necesitan, olvidados, ignorados, descartados por los con poder y dinero.

Como el Pueblo de Dios, seguidores de Jesús, ¿cómo responder?

No con la ira e indignación de los que piensan que ellos saben todo (y solamente quieren poder por ellos mismos).

Sino con el amor de un Dios que se identifica con los pobres, que se hizo carne entre los marginados, y que dio su vida en amor, aceptando la cruz.

Como dice la segunda lectura de hoy, con nuestras miradas fijadas en Jesús, solidarizándonos con los descartados, los tratados injustamente, respondiendo a sus necesidades y haciendo su causa la nuestra.

No es fácil y nos exige mucho.

Hay que poner al lado nuestra comodidad. Hay que ver el mundo desde la perspectiva de los marginados, descartados, empobrecidos. 

Nos cuesta.

Pero, debemos recordar la gran nube de testigos que nos han mostrado el amor de Dios – los santos como San Antonio de Padua, Madre Teresa de Calcuta y los santos de la puerta al lado, nuestros vecinos que cuidan a sus familiares enfermos, que ayudan a los que necesitan una palabra del aliento, una comida, un gesto de amor. 

Debemos, como dice la segunda lectura, meditar en el ejemplo de Jesús
“No se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado.” 

Es una lucha no solamente contra nuestros pecados personales, sino también una lucha en contra de los pecados alrededor nosotros: no solamente la violencia , la prostitución y las drogas, sino también la cobardía de no denunciar actos de violencia, especialmente la violencia doméstica, la trafica de personas y la trafica de drogas. No es fácil y puede costarnos.

Pero, como seguidores de Cristo, no queremos una “paz” fácil. 

Necesitamos el coraje de Dios y de los santos, respondiendo a la llamada del Papa Francisco a los jóvenes argentinos en el año 2013, “¡Quiero lio en las diócesis!” 

Como dijo Jesús a sus discípulos y nos dice: 
“He venido a traer fuego a la tierra … ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”


[Imagen de Cerezo Barredo] 

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