Hoy celebramos la
fiesta de San José, esposo de la Virgen María, padre adoptivo de Jesús y
custodio de la sagrada familia.
No sabemos mucho
de San José. Aparece en los evangelios de San Mateo y San Lucas, pero no dice
nada. Solamente escucha y actúa.
Pero, en el evangelio
de la fiesta (Mateo 1, 16.18-21,24) encontramos a un hombre justo, dócil y
libre.
El evangelio
identifica a San José como un “hombre justo”. Pero su manera de ser justo no es
la justicia de la ley, de las reglas. No. Según la ley una mujer no casada y embarazada
debe ser lapidada por ser adultera.
A pesar de no saber
como María se embarazó, José pensé “dejarla en privado”. La amaba y no quiso su
muerte. Su justicia es la justicia de un Dios compasivo, misericordioso, un Dios
de la vida.
San José es un
hombre justo.
Pero, también es
un hombre dócil.
José tenía su
plan de evitar la muerte de su querida. Pero, Dios tenía otros planes. En un
sueño, un ángel le dijo que debe recibir a María como esposa – y cuidar al niño
como suyo. José escuchó. Su oración a Dios no era “hágase mi
voluntad”, sino “hágase Tu voluntad”.
San José es un
hombre dócil.
Pero, también en
un hombre libre.
José no estaba
tan apegado a sus ideas, a sus planes que no pudo cambiarlos. No estaba tan atado a su voluntad que no pudo
abrirse a la voluntad de Dios. Era un hombre libre que podría actuar con la
libertad de Dios, buscando el Reino de Dios.
También, nosotros
debemos imitar a San José – justo, dócil y libre, escuchando la llamada de Dios
y actuando.
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