Palabras de consuelo y paz
Notas para una homilía el Decimocuarto Domingo del
Tiempo Ordinario, Ciclo A
9 de julio de 2017
Zacarías 9, 9-10
Romanos 8, 9.11-13
Mateo 11, 25-30
“Vengan a mí todos los fatigados y agotados”.
Son
palabras de consuelo, de compasión, que muchos quieren escuchar, como algunas personas que he encontrado en las últimas semanas:
Una jovencita postrada en cama por años,
un ancianito con cáncer, unos padres preocupados por sus hijos migrando hasta
los Estados, una madre tratando de hacer una cita médica para su hijo de doce
años sufriendo por inflamación de las amígdalas.
Para muchos, Jesús ofrece estas palabras.
Pero, son palabras de consuelo para naciones y
pueblos, especialmente pueblos que experimentan opresión y guerra.
El pueblo judío en el tiempo de Zacarías vivía un tiempo
precaria cuando el pueblo estaba regresando a Jerusalén, una ciudad abandonada.
Tenía sueños de restauración, aunque no tenía nada. El profeta les ofrece una palabra de
victoria, pero en una manera diferente, no con los caballos de reyes o las
armas de los ejércitos. Les da una visión de una victoria de los pobres y
desamparados de la tierra, una visión de una victoria no-violenta:
…mira a tu rey que está
llegando
justo y victorioso,
humilde y montado en un
burrito…
Destruirá los carros de Efraín
y los caballos de
Jerusalén;
destruirá los arcos de
guerra
proclamará la paz a las
naciones;
Este mensaje puede dar consuelo a la gente sufriendo
guerra en Siria, en la República de África Central, en Somalia y Sudan y también en los lugares donde
no se respetan los derechos humanos y los ricos oprimen a los pobres con la
fuerza de armas. Dios da consuelo con la promesa de un Reino de Paz.
También, las palabras de Jesús ofrece consuelo a los
que están oprimidos por una religión de leyes y reglas, que marginaliza a los
que piensan o creen diferente.
En el tiempo de Jesús, el pueblo se sentía
cargados y oprimidos por todas las reglamentos religiosos, que pusieron diezmos
en todos, que buscaron una religión de la pureza. La ley no era una herramienta
para llevarnos a Dios, sino una carga para prevenir entrar a los impuros.
Jesús ofrece un Dios que es manso y humilde de
corazón, un Dios que solidarice con los pobres y marginados.
Pero, Jesús nos invita a tomar su yugo. Pero su
yugo es suave, es una carga ligera.
¿Por qué?
Jesús no es un Dios que impone una carga pesada. Él
mismo ha asumido la carga – encarnándose en las vidas de un pueblo oprimido y quedándose
con nosotros en nuestras fatigas y penas.
Pero, este mensaje de un Dios solidario, encarnado
en la realidad de los pobres, no está aceptable por muchos – por los sabios y
entendidos de todos los tiempos, por los opresores y acaparadores.
Sin embargo, es el mensaje que Jesús nos da – las buenas
noticias reveladas a la gente sencilla.
Dame, Señor, un corazón como lo tuyo: manso y
humilde, compasivo y solidario.
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