La fiesta de San Mateo
Mateo 9, 9-13
Jesús lo encontró
a Mateo donde el publicano trabajaba. Este recaudador de impuestos era un
traidor, trabajando para el imperio romano; es probable, muchos pensaba que era
un ladrón, cobrando más que debería.
Pero, Jesús se
acercó a él. Como dice el evangelio. “al irse de allí, [lo] vio en su puesto…”
Jesús no tenía
pena, no tenía asco de llamarle a Mateo entre los otros publicanos. Y lo llamó.
Después Jesús cenaba con Mateo y sus amigos – otros publicanos y pecadores.
¿Cuántos salgamos
a visitar y platicar con los pecadores, los al margen de la sociedad? ¿No
tratamos de evitar el contacto con ellos, con ellas?
Pienso de los que
trabajan con los mareros o con las prostitutas, de los que se hacen amigos con
los presos, con los sicarios, de los que están abiertos a todas las personas –
porque reconozcan en ellos, en ellas, la imagen de Dios. Saben que Dios los
aman, no importa lo que han hecho. Dios no puede faltar de amarlos. “Mi amor no
selo quitaré,” dice salmo 89 (88)
Entonces, ¿cómo
debemos evangelizar – recordando a Mateo y a Jesús?
Con amor, con
humildad, recordando que son amados por Dios, recordando que la fe es un don de
Dios para todos.
Con el mensaje
que Dios nos ama a todos – no importa.
Como dice Papa
Francisco, “la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y
no empuñar las armas de la severidad”. O como yo digo muy en seguida, citando
al Papa, “los sacramentos no son premios para los santos, son medicina para
nosotros pecadores”.
Y Jesús nos llama
– a nosotros pecadores.
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La imagen que no es de San Mateo es en un museo en Ravenna, Italia
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