Notas para una homilía - celebración quinceañera
Isaías 43, 1-7; Salmo 139 [138]; Juan 15: 9-17
Vos sos una hija de Dios, creada en la imagen y
semejanza de Dios.
Hoy, celebrando cincuenta años de vida, recuerda
de donde viene tu dignidad, su valor. Tu valor no depende de cómo te apareces, como
se vistes, de lo que haces, de lo que tienes, de tus notas en el colegio, de
cuantos amigos tienes en Facebook o en el colegio.
No tengas miedo si no tienes lo que otros poseen.
No tengas miedo si no estás tan sabio como los demás, si no estás tan bella,
tan guapa como los demás. No tengas miedo.
Como Dios dijo a Isaías: “No tengas miedo, pues yo
estoy contigo”. Vos sos una joya preciosa en los ojos de Dios. Como nos recuerda
el profeta Isaías, “te aprecio, eres de gran valor y yo te amo”. Tiene un valor
inestimable y nadie puede quitártela.
Como Dios dijo al pueblo en la primera lectura: “yo
te llamé por tu nombre, tú eres mía”. Hoy Dios está diciéndote: vos sos “mía”.
Dios te ama y quiere tener una relación íntima contigo.
Dios te creó y no hay nada como tú. Es única. El
Señor te ha formado maravillosamente. Dios te tejó en el seno materno, como
dice el salmista.
Pero hay algo más. En la última cena, Jesús dijo a
los apóstoles: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor”.
Dios nos llama – cada uno de nosotros – a amar, a
entregarnos como Jesús se entregó. Como dijo: “Éste es mi mandamiento: que se
amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a
sus amigos que el que da la vida por ellos”.
No nos mostramos quienes somos por nuestros
vestidos, nuestras apariencias – sino por la manera en que amamos, la manera en
que vivimos nuestra dignidad de hijas e
hijos de Dios, de amigas y amigos de Jesús.
Tú, y todos nosotros aquí presentes, estamos
elegidos por Dios. Y, por eso, debemos amarnos unos a otros. Porque no podemos
vivir como hijas e hijos de Dios solos. Necesitamos la comunidad – y su apoyo.
No llegaste a tener 15 años sin la ayuda y apoyo
de sus padres y la comunidad. No puedes llegar a ser una mujer comprometida con
Cristo sin la presencia y ayuda de todos.
Como escribió el papa Francisco: “El Señor, en la
historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin
pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado...”.
Y, por eso, nos amémonos unos a otros.