La Exaltación, el triunfo de la Cruz
Notas para una homilia
Cuando miramos la
Cruz, ¿que vemos?
Un hombre
torturado; una muerte no merecida de un inocente. Si – y más.
Podemos ver las
víctimas de la violencia, de la opresión, del hambre.
Podemos ver
nuestros seres queridos sufriendo, muriendo.
Cuando miramos la
Cruz, ¿que vemos? Todo esto – y más.
Podemos ver el
amor.
Tenemos un Dios que
no se avergonzaba de hacerse como nosotros, de compartir nuestra humanidad,
nuestras debilidades, nuestros sufrimientos.
Podemos ver a un
Dios hecho como nosotros en la debilidad.
Tenemos un Dios que
se anonadó, que se manifiesta no en el poder de un militar triunfante, sino en el poder de un niño nacido en un
pesebre, en el poder de un hombre que sufrió hambre y sed, en un hombre que se
entregó hasta la muerte.
Podemos ver un
Dios de entrega, que tuvo compasión de los enfermos y los sanaba a muchos. Podemos
ver a un Dios que no excluyó a los pecadores, sino los llamaba a sentarse y
cenar con él.
Podemos a un Dios
que no trató de escaparse del sufrimiento, sino dio su vida en el medio de los
que sufren.
Podemos ver a un
Dios que no se apartó de decir la verdad – la verdad de justicia y de
compasión, que predicó a un Reino donde reinan el amor de enemigos y la
inclusión de los marginados. Y por eso fue matado.
Podemos ver a un
Dios que nos ama y nos llama a la salvación, a la vida de amor.
Podemos ver a un Dios
que está con nosotros en nuestro sufrimiento.
Podemos ver el
Amor hecho carne, entregado hasta la Cruz.
Tenemos a un Dios
que nos ama – y está con nosotros.
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