Notas para una homilía, domingo de la semana 27
del tiempo ordinario
Génesis 2, 18-24
Hebreos 2, 9-11
Marcos 10, 2-16
Hebreos 2, 9-11
Marcos 10, 2-16
“Dios creó al ser
humano a su imagen, a imagen suya lo creó, hombre y mujer los creó”. (Génesis
1)
Los creó para que
sean los dos una sola cosa. La unión matrimonial es algo bueno, aún sagrado.
Pero, con la
entrada del pecado, hay división en las familias
- por dominación
- por avaricia
- por temor de entrega
- por falta de responsabilidad
- por pensar solamente en sí mismo y
no en el bien de toda la familia
Pero, Dios
todavía valora la entrega de un matrimonio y mandó a su hijo a vivir en una
familia. “El santificador y los santificados tienen la misma condición humana.
Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres”. (Hebreos)
En el evangelio,
los fariseos le preguntan a Jesús sobre el divorcio. ¡Tenga cuidado! Es una
trampa.
“En los tiempos de Jesús, los varones judíos
pudieron divorciarse solamente con un acta de separación. Pero, las mujeres no
tenían tanto derecho. La esposa fue como la propiedad de su marido. El marido
pudo hacer con ella lo que querría”. (José Antonio Pagola)
En una manera, Jesús está defendiendo a la mujer,
que no es propiedad de su marido.
También está reiterando el valor del matrimonio,
especialmente centrado en Cristo.
Escucha lo
que escribió el Papa Francisco
Si la familia logra concentrarse en
Cristo, él unifica e ilumina toda la vida familiar. Los dolores y las angustias
se experimentan en comunión con la cruz del Señor, y el abrazo con él permite
sobrellevar los peores momentos. En los días amargos de la familia hay una
unión con Jesús abandonado que puede evitar una ruptura….Por otra parte, los
momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan
como una participación en la vida plena de su Resurrección. (La Alegría del
Amor [AL], 317)
Pero el divorcio es una tragedia:
El divorcio es un mal, y es muy
preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra
tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el
amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de
este drama de nuestra época. [AL, 246]
Este no dice que una mujer no puede separarse de
un esposo violento. La separación puede ser una manera de protegerse a sí misma
y a la familia:
En algunos casos, la valoración de la
dignidad propia y del bien de los hijos exige poner un límite firme a las
pretensiones excesivas del otro, a una gran injusticia, a la violencia o a una
falta de respeto que se ha vuelto crónica. Hay que reconocer que ‘hay casos donde la separación es inevitable.
A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se
trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas
más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la
explotación, la ajenidad y la indiferencia’.
Pero ‘debe considerarse como un remedio extremo, después de que
cualquier intento razonable haya sido inútil’. [AL, 241]
Pero, este debe
ayudarnos a reconocer que un matrimonio necesita la gracia de Dios y el apoyo
de la comunidad. Es muy difícil mantener un matrimonio sin la ayuda de Dios y
de los demás.
También, se
necesita la actitud de abertura de un niño.
Los discípulos
trataban de impedirles a algunos niños que quisieron tocarle a Jesús.
¡Demasiado bulla! ¡Solamente un relajo!
Pero, para Jesús,
debemos recibir el Reino de Dios como ellos – con abertura, sin vergüenza, con
alegría.
Al fin, Jesús ‘tomó en brazos a los niños y les bendijo imponiéndoles las
manos.’
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