¿Para que hay diáconos y por qué yo?
Después de mi conversación con el Obispo sobre el diaconado, comencé a leer y rezar.
El diaconado como un grado permanente del sacramento de los Ordenes Sagrados fue restaurado después del Concilio Vaticano Segundo. Desde le Edad Media y el Concilio, el diaconado fue casi solamente un grado en el camino hasta el sacerdocio.
Había unos pocos ejemplos de diáconos que no siguieron hasta el sacerdocio. Se dice que San Francisco de Asís fue uno. También, en el Concilio de Trento en el siglo dieciséis había una sugerencia de restaurar el diaconado permanente. En el siglo diecinueve había conversaciones sobre del tema.
Durante la Segunda Guerra Mundial, sacerdotes, presos en el campo de concentración de Dachau, discutieron el diaconado en la luz de que les apareció una iglesia fuera de contacto con el mundo. Terminada la guerra, algunos de ellos y varios teólogos escribieron sobre el diaconado. Algunos laicos formaron Círculos Diaconales. Pero el Papa Pio XII dijo que no era el tiempo oportuno para restaurar el diaconado.
Pero los obispos del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) retomaron la cuestión y en la Constitución sobre la Iglesia, Lumen Gentium, aprobaron la ordenación de hombres, incluyendo hombres casados, a un diaconado como grado permanente del sacramento del Orden Sagrado.
El párrafo 29, comienza con este perfil del diácono:
En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de San Policarpo: "Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos".
Después los obispos proponen la restauración del diaconado son una apertura de conferir el diaconado “conferir a hombres de edad madura, aunque estén casados”.
Lo supe. Pero, tuve que leer párrafo 16 del decreto sobre la misión, Ad Gentes, para entender como yo podría ser un candidato al diaconado.
Restáurese el Orden del Diaconado como estado permanente de vida… donde lo crean oportuno las Conferencias episcopales. Pues parece bien que aquellos hombres que desempeñan un ministerio verdaderamente diaconal, que predican la palabra divina como catequistas, o que dirigen en nombre del párroco o del Obispo comunidades cristianas distantes, o que practican la caridad en obras sociales y caritativas sean fortalecidos y unidos más estrechamente al servicio del altar por la imposición de las manos, transmitida ya desde los Apóstoles, para que cumplan más eficazmente su ministerio por la gracia sacramental del diaconado.
Me dejó atónito.
Después de llegar en Honduras en el año 2007, comencé a ayudar en la formación de catequistas en la parroquia de Duce Nombre de María. Con un nuevo párroco en el año 2013, fui a presidir en Celebraciones de la Palabra con Comunión en aldeas remotas. También, desde mis primeros meses en Honduras, ayudé en varios proyectos de ayuda a los necesitados.
Los obispos del Concilio propusieron considerar como candidatos al diaconado a hombres que se desempeñaron uno de los ministerios del diácono: la evangelización, la liturgia y el servicio de la caridad y la justicia. Pensaron de ordenarlos para que “sean fortalecidos y unidos más estrechamente al servicio al altar por la imposición de las manos”.
Pero yo me desempeñe mi ministerio en los tres ministerios. Tal vez lo que falta era la gracia sacramental del diaconado. También, la ordenación diaconal implicará un compromiso de mi vida – no solamente por un tiempo, por algunos años como voluntario. El diaconado es una vocación.
Después de meditar las palabras de los obispos del Concilio Vaticano Segundo, continué mi discernimiento.
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Visitando una aldea remota de la diócesis con Caritas diocesano |
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