Notas para una homilía
El domingo de la decimonovena semana
Tiempo ordinario - Ciclo A
1 Reyes 19, 9a. 11-13a
Romanos 9, 1-5
Mateo 14, 22-33
No sé como sienten ustedes. Pero a veces me siento como los apóstoles en la barca, abofeteada por el viento huracán, sacudida por las ollas. Llenos de miedo, trataban a llegar a la orilla del lago, a un lugar de seguridad.
En la primera lectura lo encontramos al profeta Elías, escondiéndose en una cueva. La reina Jezabel lo buscaba para matarlo y se sintió abandonado.
¿Cómo se sienten?
Creo que a veces nos sentimos abofeteados y sacudidos por los sucesos de la vida, aun abandonados por Dios y nuestros amigos.
Creo que nos sentimos con mucho incertidumbre: ¿Cuándo va a terminar esta pandemia?
Algunos sentimos preocupados por la salud de nuestras familias y amigos y por la amenaza de COVID-19.
Algunos nos sentimos indignados por la corrupción que miramos – especialmente en el uso de los fondos para la pandemia.
Muchos preocupamos por los niños y los jóvenes - su educación, su trabajo, su vida moral.
Pero, el mensaje de hoy es, como escuchamos en el salmo: “Está ya cerca nuestra salvación”.
Aunque estamos llenos de miedos y preocupaciones, Dios está con nosotros – tal vez en una manera inesperada.
El profeta Elías eran un hombre que había matado a los profetas de la reina – un hombre de acción y venganza. Creo que, para él, Dios era un Dios de poder, de fuego, de relámpagos. Pero, como se revela el Dios a él – “se escuchó el murmullo de una brisa suave,” un soplo de aire, un susurro.
Como Elías, tenemos que estar atento. Dios va a estar con nosotros – no como queremos, sino en el silencio, en los momentos en que nos abrimos el corazón.
Pero, a veces, Dios se nos revela en otra forma.
En el evangelio, los apóstoles, llenos de miedo, vieron a algo caminando sobre las aguas. Su primero reacción – más temor: “Es un fantasma”.
Pero, es Jesús. No debemos nunca tener miedo de Jesús. Él está con nosotros para salvarnos, para darnos la verdadera paz.
Sus primeras palabras a los apóstoles: “Tranquilícense y no teman. Soy yo” – o, mejor traducido, “Animo. Soy yo. No tengan miedo”. (Θαρσεῖτε, ἐγώ εἰμι· μὴ φοβεῖσθε.)
Pero tenemos miedo.
No obstante, Pedro, siempre impetuoso, impulsivo, dijo al Señor: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”.
Por mi parte, no soy como Pedro. Pero, tenemos mucho que aprender de él. En su esperanza de encontrarse con Jesús, él se arriesgó. Pero, no perseveró, pensando más en su seguridad, dejó de mirarlo a Jesús - y, entrando el miedo, “comenzó a hundirse”.
Jesús lo rescató, dándole la mano. Pero, lo amonestó. “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
Pero, ¿los apóstoles en la barca? No tenían el ánimo de acercarse a Jesús, caminando sobre el mar. Tal vez, llenos de miedo, no tenían la capacidad de reconocer que era Jesús. Pero, Pedro, aunque un hombre de poca fe, quiso reconocerle a Jesús y acercarse a él.
En medio de nuestros miedos, en miedo de las turbulencias de nuestras vidas y de nuestro mundo, ¿reconocemos la presencia de Jesús con nosotros? O, ¿no queremos salir de la comodidad de la barca?
Dios le invitó a Pedro, “¡Ven!” Y nos invita – “Ven. Salga de su falsa seguridad. Arriésgate. Con los ojos fijados en mí, vas a caminar sobre las aguas. ¡Animo!”
Dios nos invita a reconocerle – en el silencio de nuestros corazones – no para sentirnos contentos en la comodidad de nuestras barcas, sino para arriesgarnos, encontrando la seguridad en Jesús, que nos invita a salir de la comodidad y caminar sobre las aguas.
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