Miqueas 5,1-4; Lucas 1, 46-55; Gálatas 4, 4-7; Lucas 1, 39-47
Hoy celebramos el dulce nombre de María, Madre de Dios.
Algunos dicen que el nombre “María” – Miriam en hebreo – quiere decir “la estrella del mar”.
Antes de GPS, los navegantes miraban las estrellas para guiarse en el mar.
María puede ser nuestro guía para la vida, no por sí misma –sino porque ella lleva dentro de sí misma la palabra.
¿Quién era? ¿Quién es?
Una mujer humilde, campesina, que vivía en una pequeña aldea, Nazaret: una mujer de Dios, dispuesta a decir “si” a Dios
María es una mujer humilde – pero no penosa. Ella es consciente de su dignidad, que viene de Dios, “que ha mirado la humillación de su esclava”, que “puso sus ojos en la humildad de su esclava”.
Hay algunos que dicen que el nombre “María” viene de la palabra hebrea que significa “rebeldía”. Me gusta esto. Porque María es una mujer que responde a la llamada de Dios y, por eso, nos presenta un modelo diferente, aun revolucionario, de cómo vivir como hijas e hijos de Dios.
Ella quiso vivir la dulzura, la ternura de Dios – nutrida del miel de Dios vivo y no de los endulzantes artificiales.
El Magnificat nos enseña lo que Dios hace:
La misericordia de Dios “llega a sus fieles de generación en generación”
Dios hace proezas y dispersa a los soberbios del corazón…
Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes…
Dios colma a los hambrientos de bienes y a los ricos los despide vacios.
Dios está con los humillados, con los sufriendo, con los marginalizados, con los que el mundo descarta. Es un Dios de los empobrecidos.
Aunque el mundo pone en alto a los poderosos, a los ricos, a los orgullosos, Dios quiere que todos vivan como hermanos y hermanas en el Reino de Dios.
El Magnificat nos enseña como debemos vivir – y podemos ver como María vive el Reino de Dios.
Mira la vida de María.
Joven, dijo sí al ángel Gabriel y entonces Jesús “se encarnó de María la virgen y se hizo [carne]” como nosotros.
Pero, escuchando que su prima Isabel estaba embarazada, se fue “presurosa” para estar con ella – no pensó de sus necesidades como una joven embarazada, sino salió en búsqueda de su prima y viejita. Pensó de Isabel antes de sí misma.
María dio a luz en un establo, entre los animales – no en un palacio, no en un hospital de lujo.
María vio a su hijo, Jesús, saliendo de la casa y predicando algo nuevo, el Reino de Dios.
María acompaño a su hijo en el camino hasta la Cruz. Al pies de la Cruz, compartió el sufrimiento de su hijo.
María vio a Jesús resucitado. Sabía que la muerte no tiene la última palabra. Dios es un Dios de la vida, no de la muerte.
María nos muestra la ternura, la compasión, la justica de Dios – que se hizo carne en su vientre. Y ella nos desafía a vivir en una manera diferente – una manera rebelde, una manera de pensar de Dios y de los demás, especialmente a los más necesitados.
Nuestro Dios, Jesucristo, nacido de una virgen pobre, de un lugar despreciado; no es un Dios de poder, de dominación, de violencia, de riqueza.
Nuestro Dios es un Dios de la misericordia – que quiere que vivamos el amor, la misericordia y la justicia de Dios en nuestras vidas.
Para hacer un resumen del mensaje de la fiesta quiero compartir un poema de un obispo de Brasil, recientemente fallecido, Dom Pedro Casaldáliga:
Decir tu nombre, María
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría