Hoy vamos a recibir cenizas en nuestras cabezas,
escuchando las palabras,
“Recuerda que eres polvo y al polvo has de volver”.
Somos seres frágiles, débiles, creados del barro, del polvo.
A veces, pensamos que somos de hierro – o, aún, de oro;
otras veces, nos sentimos como cenizas inútiles.
La verdad es que somos del polvo, de la tierra,
pero dotados de una dignidad tremenda
–
Somos creados en la imagen y semejanza de Dios,
que quiere hacernos santos,
compartiendo su vida.
Aunque hemos manchado esta imagen con nuestros pecados,
nuestro Dios es compasivo y misericordioso
y quiere que nos reconciliemos con Él.
Como dijo el profeta Joel,
“Todavía es tiempo”,
Nunca es tarde.
Siempre podemos volvernos a Dios.
Cada año la Iglesia nos da un tiempo,
cuaresma,
cuarenta días,
un tiempo de cuarentena
para estar sanados,
para recuperar la gracia de la santidad,
que recibimos en nuestro bautismo.
La Iglesia nos sugiere tres practicas,
tres disciplinas del discípulo,
para abrirnos al poder sanador de Dios:
la oración, el ayuno y la limosna.
Orar es abrir un espacio para Dios en nuestros corazones.
Orar no es solar rezar oraciones.
Orar es escucharle a Dios,
su amor, su misericordia y sus desafíos.
Orar, también, es hablar con Dios,
compartiendo nuestras alegrías, nuestras tristezas,
nuestros temores y nuestras esperanzas.
Ayunar no es simplemente no comer.
Ayunar es de dejar un espacio en nuestra vida,
para que podamos anhelarle a Él
y su justicia y amor.
A veces tratamos de llenarnos con chatarra
–
no solamente comida chatarra,
sino, más que todo, con la chatarra de chambre,
de injusticia, de mentiras de los medios y más.
La limosna no es solamente dar un lempira al pobre,
es responder con amor a los demás,
acompañándolos con ternura,
trabajando juntos para una civilización de amor.
En todo, Dios nos llama a seguirle a Jesús
que se hizo carne,
se anonadó, se hizo obediente hasta la cruz
por amor.
Este quiere una conversión,
una transformación
que Dios puede hacer en nosotros.
Si Dios pudo hacer el ser humano del polvo,
él puede y él quiere transformarnos,
en su santo pueblo,
sus hijos e hijos.
La cuaresma puede ser este tiempo
en que Dios puede hacer en nosotros
el milagro
de transformación, de perdón, de reconciliación.
Como dice el profeta –
“Vuélvanse al Señor Dios nuestro,
porque es compasivo y misericordioso”.
Es un camino hacía la vida resucitada con Cristo,
Es buena noticia.
“Conviértete y cree en el Evangelio”.
Feliz Cuaresma.
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