Saturday, June 4, 2022

ENVIO Vigilia de Pentecostés

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor. 
Envía tu Espíritu , Señor, y serán creados 
y renovarás la faz de la tierra. 

Fue casi en esta hora 
cuando descendió el Espíritu Santo 
sobre los setenta y dos discípulos, 
encerrados en el cenáculo aislados, 
tal vez con miedo, 
 con las puertas cerradas. 

En medio de su comodidad, su grupo encerrado, 
interrumpió el Espíritu Santo.

Y tuvieron que salir y anunciar lo que habían experimentado: 
la novedad, la buena nueva de Dios, hecho carne, en Jesús, 
que se entregó, se murió en la cruz y resucitó 
– un Dios vivo que ni nada ni nadie puede aplastar. 

 Anunciaron la buena nueva, el kerigma: 
“Jesús, Señor nuestro, fue entregado por nuestros delitos y resucitado para nuestra justificación” (Rom 4,25)

 O, como dice el Papa Francisco (Evangelii Gaudium, 164): 

“Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”. 

 No pudieron quedarse encerrados, 

tuvieron que salir,
porque, somos, como dice el papa Francisco,
“una iglesia en salida”.

Salimos de aquí, esta noche,
dando testimonio que algo nuevo está pasando,
el Espíritu Santo renueva la faz de la tierra.

Pero, renueva con nosotros,
dando testimonio con nuestras vidas
que Dios quiere y está haciendo algo nuevo
 en nosotros, con nosotros. 

El testimonio se hace más que todo con nuestras vidas;
no bastan las palabras.
El mundo espera el testimonio de nuestras vidas. 

Pero, ¿cómo hacemos? 

Me gusta mucho las palabras de la secuencia 

Ven, Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones.
Fuente de todo consuelo, amable huésped de alma, paz en las horas de duelo.
Eres pausa en al trabajo; brisa, en un clima de fuego; consuelo, en medio del llanto. 

En la secuencia, pedimos al Espíritu Santo, 

Lava lo que está sucio; 
Riega lo que está árido; 
Sana lo que está herido. 
Doble lo que está rígido; 
Caliente lo que está frío; 
Enderece lo que desvía.
Tanta suciedad en nuestro mundo:
    la suciedad del pecado;
    la suciedad del descuidado de la casa común.
         ¿Cómo podemos lavar lo que está sucio? 

 Tanta aridez en nuestro mundo:
     las personas, los jóvenes que han perdido la alegría de vivir,
     los ancianos que no sienten el calor del amor de sus familiares;
     la tierra hecha árido e infértil por sequía o por químicas.
        ¿Cómo podemos regar lo que está árido?

Tantas heridas en nuestro mundo:
    las heridas de la violencia, del abuso, 
    las heridas de las víctimas de guerra,
    las heridas de los que sufren de la pobreza,
    de la falta de comida, de salud, de trabajo. 
        ¿Cómo podemos sanar las heridas? 

Tanta rigidez en nuestro mundo:
    personas con corazones cerrados
    a las necesidades de sus prójimos,     
     naciones que hacen muros, rechazando a los que son diferentes,
    aún agentes de pastoral que no buscan a los alejados.     
        ¿Cómo podemos doblar, suavizar lo que está rígido? 

 Tanto frío en nuestro mundo: 
    Los corazones fríos que no tienen espacio
    para Dios, 
    para los pobres, los desvalidos, los enfermos;
    las estructuras sociales y eclesiales que no abrazan
    a los que se sienten rechazados, aislados y descartados. 
        ¿Cómo podemos calentar lo que está frio? 

Tantas sendas torcidas en nuestro mundo. 

Que el Espíritu Santo nos de la fuerza,
el ánimo de poner todo esto en práctica
en nuestras vidas, en nuestras comunidades,
en nuestra parroquia y en nuestro país. 

Él hace eso en nosotros
y nos manda a hacerlo.

El Espíritu penetró las puertas cerradas
 en el primer Pentecostés.
Él les dio a los discípulos
 el valor de anunciar la buena nueva de Cristo resucitado
por sus palabras y sus vidas.

Él puede hacer lo mismo de nosotros.
Y, como Jesús nos manda:
    Vayan por todo el mundo,
     mostrando a todos
        que Dios nos ama, nos salva
            y nos da la vida eterna no solamente para nosotros,
             sino para compartir con todos. 

Vayan en paz
para servir le a Dios y a todos.
Sean fuego del amor del Espíritu.

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