3 domingo adviento A
Isaías 35, 1-6. 10
Mateo 11, 2-11
Notas para una homilía
Si han ido a Santa
Rosa u otra ciudad grande en las últimas semanas, han visto las luces de la
Navidad en las calles y las tiendas y han escuchado la bulla comercial del
tiempo con las rebajas y ofertas, aprovechándose de los que han ganado unas
moneditas en la corte de café? Tal vez han
encontrado con el Santa Claus, saludándoles: “Feliz Navidad”. Hay un ambiente
de fiesta, de alegría, de felicidad.
Pero, ¿es una
alegría verdadera?
Hoy es el tercer domingo
de Adviento, el Domingo “Gaudete”. “Gaudete”, en latín, quiere decir “Alégrese”
– “Regocíjate” .
¿Dónde encontramos
nuestra alegría?
Juan el Bautista,
encarcelado, tenía una pregunta parecida. Él tenía esperanzas de un Mesías que
iba a traer la victoria del pueblo de Dios, su liberación que iba a darles
alegría. Y tenía la expectativa que Jesús era el Mesías prometido.
Entonces, mandó a
sus discípulos para preguntarle a Jesús:
“¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos a esperar a otro?”.
Porque, Juan tenía
dudas: “¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso
y violento?”.
A veces queremos un
salvador que va a traernos regalos, poder, placer, salud, riqueza,
rescatándonos del todo dolor y sufrimiento.
Pero, Jesús
respondió: Dígale lo que miran y oyen.
los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia
la Buena Noticia.
En el medio de las
tinieblas Jesús nos muestra signos del Reino de Dios. Pero, hay que recordar
que son signos para un hombre que va a ser martirizado, para un pueblo que
sufre – son signos de esperanza en medio de las tinieblas.
Pero, ¿qué hacer?
En la primera
lectura, el profeta Isaías ofrece palabras de esperanza y alegría en tiempos de
guerra y violencia. Reconociendo la presencia de Dios entre ellos, el pueblo de
Dios debe responder con valentía y esperanza.
“Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las
rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: ‘¡Animo! No teman. He aquí
que su Dios…viene ya para salvarlos”.
Pero, somos pueblos
de alegría y esperanza. Mostramos la presencia del Mesías, Jesucristo, en el
mundo. Podemos preguntarnos:
“Si alguien nos pregunta si somos seguidores
del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué
mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son
los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.
“Primero, ir caminando hacia una comunidad
curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más
solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados,
más presente en las desgracias de la gente…
“Segundo, no construir la comunidad de
espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas,
atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son
ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.
“Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar
de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas
maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita
hogar.”
Tenemos que recordar
que Jesús nos acompaña en las tinieblas de nuestras vida, ofreciéndonos
esperanza. Y, como el Papa Francisca nos invita, Jesús nos llama a acompañar a
todos los que andan en las tinieblas.
El Papa Francisco afirma que “curar heridas”
es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es
una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad a los
corazones... Esto es lo primero: curar heridas, curar heridas”.
¿Cuáles son las
heridas? No solamente las heridas del cuerpo. Tal vez, más que todo, tenemos
que pedirle a Dios y ofrecer a los demás la esperanza.
Citas son de Juan Antonio Pagola:
https://docs.google.com/document/d/1GjGzPdhai3HpjdXBz-1AriDOdXZ-nU9xAmjdh0J4plU/mobilebasic?hl=es
gracias John ! que lindo poder convertirnos en comunidades que curen! abrazo!
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