Notas para una homilía en la fiesta de la Transfiguración del Señor.
Mateo 17, 1-9
Ahora, Señor, podrás ser tú glorificado
tal como antes allá en el monte Tabor,
cuando tú veas a este pueblo transformado…
Gloria de la Misa Popular Salvadoreña
Muchas veces no podemos reconocer la realidad alrededor de nosotros. A
veces nos confundimos y no vemos a la persona a nuestro lado por quien es.
Los discípulos de Jesús andaban con él por mucho tiempo. Para ellos, él era
un profeta, un hombre que sanaba a los enfermos, un maestro que hablaba en el
estilo de los campesinos, un hombre lleno de compasión. Pero, no pudieron ver
que él, siendo una persona humana, también es Dios.
Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración, cuando Jesús manifestó a su
divinidad en el Monte Tabor en la presencia de sus tres discípulos más íntimas.
Allí, escucharon la voz del Padre, “Este es mi Hijo muy amado… escúchenlo”.
Jesús es una persona humana como nosotros. Pero también es Dios, es el Hijo
de Dios. Es Dios hecho carne.
Pero, escuchen la oración de la misa hoy:
…nos dejaste entrever la gloria que nos
espera, como hijos tuyos.
…concédenos seguir el Evangelio de Cristo
para compartir con él la herencia de tu Reino.
Como escribió San Antanasio:
Dios se
hizo ser humano para que podamos ser divinos.
Y como dice El Catecismo de la Iglesia, no
460:
El Verbo se encarnó para hacernos
"partícipes de la naturaleza divina": "Porque tal es la razón
por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para
que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación
divina, se convirtiera en hijo de Dios".
Somos hijos de Dios, hechos en la imagen de Dios;
Dios quiere transformarnos en verdaderos hijos e hijos de Dios como Jesús, su
Hijo amado – pero muchas veces nuestro destino como hijos e hijas de Dios se
esconden.
A veces la imagen se esconde por nuestros pecados.
No vivimos como hijos de un Dios de amor y misericordia, un Dios entregado a
los demás, un Dios que dio su vida para que vivamos. A veces tenemos un espíritu
mezquino, un estilo de vida que está limitado a nuestros deseos, a nuestros
placeres, a nuestra visión del mundo. No abarca el amor de Dios para todos – aún
para enemigos.
A veces se esconde por la sociedad, por las
fuerzas mezquinas del mundo. En las palabras de un canto salvadoreño:
...los dioses del poder y del dinero
se oponen a que haya transfiguración…
Hay instituciones, hay estructuras, hay ideas culturales y políticas, que –
por sus políticas – disminuyen la dignidad de los hijos de Dios, despreciándolos
y aun matándolos.
También, se esconde la imagen de Dios en nosotros, cuando nos cerramos a la
voz de Dios. Y por eso, tenemos de tomar en cuenta las palabras que los discípulos
escucharon en el monte:
Escúchenlo.
Cuando llenamos nuestra vida con bulla, con diversiones, no dejamos espacio
por la voz de Dios. Tenemos que dejar un espacio en nuestras vidas por Dios,
guardando momentos de silencio, no solamente en la iglesia, sino también cuando
estamos trabajando en la cocina o la milpa – en cada lugar donde nos
encontramos.
Dios está allí – aquí. Tenemos que dejar el espacio para que Él penetre
nuestras defensas.
Pero, hay más.
Pedro, mirando Jesús transfigurado, dijo:
¡qué bueno sería quedarnos aquí!
Pero, inmediatamente después, escucharon la voz de Dios y los discípulos “cayeron
rosto en la tierra, llenos de un gran temor”.
Tal vez, tienen un temor reverencial frente a la presencia de Dios. Pero,
puede ser que tenían miedo de seguir adelante.
Tal vez, como dijo Pedro, quisieron instalarse allá en el monte, evitando
las dificultades de vivir una vida transformada por Cristo en las tareas
cotidianas.
Tenemos que vivir la transfiguración en todo lo que hacemos – no solamente
en el monte o en la iglesia.
Tenemos que vivir nuestro destino de hijos e hijas de Dios – cuando rezamos
y cuando trabajamos, en la iglesia y en
la escuela y colegio, en la cocina y en la finca, en nuestras relaciones dentro
de la familia y con nuestros vecinos.
¿Cómo va a vivir la transfiguración en su vida esta semana?
Quiero compartirles las palabras de Carlo Carretto, hablando de la vida
resucitada, que es la vida transformada por Cristo resucitado:
Todo compromiso aceptado es un
acto de fe en la resurrección.
Cuando perdonas a tu enemigo,
cuando acallas el hambre del hambriento,
cuando defiendes al débil,
crees en la resurrección.
cuando acallas el hambre del hambriento,
cuando defiendes al débil,
crees en la resurrección.
Cuando tienes el valor de casarte,
cuando aceptas al hijo que nace,
cuando construyes tu casa,
crees en la resurrección.
cuando aceptas al hijo que nace,
cuando construyes tu casa,
crees en la resurrección.
Cuando te levantas sereno por la mañana,
cuando cantas al sol que nace,
cuando vas al trabajo con alegría,
crees en la resurrección.
cuando cantas al sol que nace,
cuando vas al trabajo con alegría,
crees en la resurrección.
¿Cree en la vida transfigurada pro Cristo? ¿La vive?
----
La foto es de la copia de la Transfiguración del pinto Rafael en la Basilica de San Pedro en el Vaticano.
No comments:
Post a Comment