Notas para una homilía hoy en la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir.
2 Corintios 9, 6-10
Juan 12, 24-26
Después de nuestro bautismo, estamos ungidos, como miembros de Cristo – profeta,
sacerdote y rey servidor. Por nuestro bautismo todos tenemos el triple
ministerio de todo bautizado - profeta, sacerdote y servidor. Aunque una persona va a ser más como Cristo profeta, todos somos profetas, sacerdotes, servidores.
En una manera especial, el diácono es ordenado para ser el imagen del Cristo Servidor en el altar.
El era uno de los siete diáconos de Roma que
administraban los bienes de la iglesia y los distribuían a los pobres, los
enfermos, los huérfanos y las viudas. También le asistían al papa en las misa.
El Papa Sixto II y los otros seis diáconos
fueron martirizado el 6 de agosto del año 258. Dejaron vivo Lorenzo y le
ordenaron llevar al prefecto los tesoros de la iglesia.
Los diáconos asistían a los obispos en el altar –
pero también asistían a las mesas de los pobres. Somos llamados a llevar las
necesidades de todo el mundo, especialmente de los pobres y marginados al
altar. Y por eso, tenemos que escuchar.
Entonces, cuando el prefecto le ordenó al diácono
Lorenzo llevar los tesoros de la iglesia, Lorenzo sabía qué hacer. Vendió los
bienes de la iglesia, incluyendo los vasos sagrados, y los distribuyo a los
pobres. No quiso que los bienes de la iglesia fueran utilizado para el imperio –
los bienes de la iglesia son para los pobres.
Entonces, cuando Lorenzo llegó al prefecto, fue
acompañado por los pobres, los enfermos, las viudas, los huérfanos – los marginalizados,
los elegidos por Dios.
Él sabía cómo sembrar generosamente – para recibir
una cosecha generosa. Porque sabía que “Dios…les proporcionará a ustedes una
cosecha abundante y multiplicará los frutos de su justicia”.
El hizo eso – sin pena. Tenía que saber que el
líder se enojaría y lo mataría.
Pero, sabía que el diácono como ministro de
la Sangre de Cristo nos recuerda de la llamada a entregarse a Dios, hasta la
muerte. Como dijo San Agustín:
“En [la Iglesia de Roma, Lorenzo]
administró la sangre sagrada de Cristo; en ella, también, derramó su propia
sangre por el nombre de Cristo”.
Como Jesús nos dice en el evangelio de
hoy:
“Si
el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; Pero, si
muere, producirá mucho fruto”.
Los mártires
nos enseñan el amor, la entrega, de Cristo – y nos desafían entregarnos. No
tengan miedo. El Señor es fiel –
“Dios que provee la semilla al sembrador y el pan para comer, proveerá
y multiplicará la semilla de ustedes y les hará crecer la cosecha de su
limosna. 1Así
enriquecidos, la generosidad de ustedes se transformará por nuestro medio en
acción de gracias a Dios”.
Recuerdan las palabras del otro mártir, Beato
Monseñor Romero:
A cada uno de nosotros nos está diciendo
Cristo:
“Si quieres que tu vida y tu misión
fructifique como la mía,
haz como yo:
conviértete en grano que se deja sepultar;
déjate matar —
no tengas miedo”.
El que rehuye el sufrimiento se quedará
solo.
No hay gente más sola que los egoístas.
Pero si por amor a los otros das tu vida,
como yo la voy a dar por todos,
cosecharás muchos frutos.
Tendrás las satisfacciones más hondas.
No le tengas miedo a la muerte, a las
amenazas.
Contigo va el Señor.
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