Para prepararme a celebrar la Navidad, voy a meditar con la ayuda de estas meditaciones de Thomas Merton, Beato Monseñor Romero y el Papa Francisco:
En este mundo, esta posada demente,
en el que no hay absolutamente ningún espacio para Él en absoluto,
Cristo ha venido sin invitación.
Pero como él no puede estar en casa en él - porque él está fuera de lugar en él,
y sin embargo, debe estar en él - su lugar está con aquellos otros que no pertenecen,
que son rechazados porque se los considera débiles;
y con los que están desacreditados, que se les niega la condición de las personas,
y son torturados, exterminados.
en el que no hay absolutamente ningún espacio para Él en absoluto,
Cristo ha venido sin invitación.
Pero como él no puede estar en casa en él - porque él está fuera de lugar en él,
y sin embargo, debe estar en él - su lugar está con aquellos otros que no pertenecen,
que son rechazados porque se los considera débiles;
y con los que están desacreditados, que se les niega la condición de las personas,
y son torturados, exterminados.
Con aquellos para los cuales no hay espacio, Cristo está presente en este
mundo.
-Padre Thomas Merton, monje trapense
Incursiones en lo indecible
Esta noche no busquemos a Cristo
entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la riqueza, entre los
afanes del poder, entre las intrigas de los grandes.
Allí no está Dios. Busquemos a
Dios con la señal de los ángeles: reclinado en un pesebre, envuelto en los
pobres pañales que le pudo hacer una humilde campesina de Nazaret, unas
mantillitas pobres y un poco de zacate como descanso del Dios que se ha hecho
hombre, del Rey de los siglos que se hace accesible a los hombres como un
pobrecito niño.
Era hora de mirar hoy al Niño
Jesús no en las imagines bonitas de nuestros pesebres, había que buscarlo entre
los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer. Entre
los pobrecitos vendedores de periódicos que dormían arropados de diarios allá
en los portales. Entre el pobrecito lustrador que tal vez se ha ganado lo
necesario para llevar un regalito a su mamá, o quien sabe del vendedor de
periódicos que no logró vender los periódicos y recibirá una tremenda
reprimenda de su padrastro o de su
madrasta.
¡Qué triste es la historia de
nuestros niños!
Todo eso lo asume Jesús en esta
noche.
Monseñor
Oscar Arnulfo Romero
Arzobispo de San Salvador, El Salvador
homilía del 24 de diciembre de 1979
Si
queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez
frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de
los pañales que lo cubren. Allí está Dios.
Con
este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del
gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí;
no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un
establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende.
Y
para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse,
abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar
los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras
pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la
tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas
cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría,
el sentido de la vida.
Dejémonos
interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los
niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de
una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se
devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos,
sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de
emigrantes.
Papa Francisco
Homilía de la Navidad, 2016
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Encontré el dibujo en la página web de Seminario Fides.
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