¿Dónde quiere
habitar Dios?
Cuarto domingo de
Adviento, Ciclo B
2 Samuel 7, 1-16
Lucas 1, 26-38
Notas para una homilía
Hoy el evangelio
nos cuenta la anunciación de Jesús, su presencia entre nosotros en el seno de
la virgen María. Dios se hizo carne.
La primera
lectura es como una profecía del nacimiento del Mesías, el Cristo, como
descendiente – hijo – del rey David.
Rey David, después
de una guerra civil, quiere construir
una casa para Dios. Le dijo al profeta Natán su intención. Natán, como profeta
dice, ”Si. Está bien.” Pero Dios tiene otra idea.
Yo pienso que Rey
David, como muchos políticos y autoridades, quiso consolidar su poder con una
autorización de Dios. Con un templo, quiso encerrar a Dios para sus proyectos,
quiso mostrar que él, el Rey, tiene la autorización del Dios Omnipotente.
Pero, Dios le dice
a Natán, que no necesita una casa. Dios no se puede ser encajado – ni por un
rey, un presidente. La tentación política es tratar de tergiversar la fe, la
religión para mostrar su poder – aun sobre Dios. Es una tentación que podemos
ver en Honduras, en los Estados Unidos, en
Rusia y en muchos países.
Pero, no es lo
que Dios quiere.
Dios quiere una
morada diferente. Y decidió encarnarse en el seno de una pobre campesina en una
pequeña aldea – con, tal ve, no más que 200 habitantes.
La morada de Dios
es entre los pobres, en una campesina, que se llamaba María.
No quiso un lugar
del poder. Se bajaba, se anonado, se encarnó pobre.
Dios quiere vivir
con nosotros, especialmente con los pobres. Dios quiere habitar entre nosotros,
como rezamos en el Angelus:
El Verbo se hizo carne, y habitó
entre nosotros.
Y para darle
acogida debemos ser como María – con una voluntad dispuesta, un corazón
abierto, una vida dócil.
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