En el desierto
personal y del país
Segundo Domingo de Adviento
Isaías 40, 1-5, 9-11
2 Pedro 3, 8-14
Marcos 1, 1-8
Notas para una homilia
Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor en el desierto
El desierto es un lugar seco – caliente en el día y, muchas veces, frio en
la noche. Nadie quiere estar en un desierto sin un camino. Lastimosamente
muchos migrantes a los Estados Unidos pasan por los desiertos de sor-oeste.
Muchas han muerto allá de hambre y sed y de efectos del sol.
En la biblia es un lugar de tentación, de pruebas, de purificación y de
preparación. Los israelitas erraban cuarenta años en el desierto, Jesús oraba y
ayunaba en el desierto cuarenta días y fue tentado.
Pero, tenemos que reconocer y enfrentar los desiertos.
Hay desiertos en nuestras vidas. Hay personas en el desierto y la angustia
de una enfermedad. Tal vez está en el desierto de la soledad después de la
muerte de un familiar o un amigo. Hay jóvenes que vagan por falta de sentido en
su vida – o falta de trabajo. Hay muchos que se sienten solos, buscando a Dios.
Pero, también, vivimos acá en Honduras en un desierto. Quince días después
de las elecciones erramos sin solución, en el desierto de incertidumbre, en
medio de los alacranes de corrupción, mentiras y violencia. Honduras se
encuentra en un desierto que se aparece sin salida.
Pero, el mensaje del adviento, especialmente hoy del profeta Isaías y de
Juan el Bautista, es un mensaje de esperanza, en medio del desierto.
Primero, es un mensaje de consuelo. “Consuelen, consuelen a mi pueblo,”
dice Isaías. “No temas…Aquí está tu Dios.”
En el evangelio, Marcos nos recuerda que con Jesús tenemos buenas noticias.
A pesar de las noticias del malo y de las tinieblas, Jesús viene para dar luz –
y Juan el Bautista vino para prepar su camino.
Aun San Pedro nos llama a la esperanza: confiados en el Señor, “esperamos
un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habita la justicia”.
Pero, ¿cómo revivir la esperanza?
Necesitamos voces que claman en el desierto, como Isaías y Juan el Bautista.
Ellos nos urge: “Preparen el camino del Señor en el desierto” – no buscando un fácil
huida de la realidad del desierto en nuestras vidas y en la realidad social.
EL primero paso es arrepentirnos. ¿Qué hay en nuestras vidas que no deja que
Jesús camine en nosotros? ¿Qué valles hay que tienen que ser elevados? ¿Qué montes
hay que tienen que ser rebajados? ¿Qué caminos torcidos hay en nuestra vida que
tienen que se enderecen? ¿Qué lugares escabrosos hay que tienen que se allanen?
Pero, Isaías y Juan nos llama a preparar un camino en el desierto, no
solamente en nuestras corazones.
En Honduras y en el mundo, hay
valles de pobreza, de miseria.
En Honduras y en el mundo, hay montes y colinas de inequidad, poder y
violencia.
En Honduras y en el mundo, hay caminos torcidos de corrupción, mentiras y
amenazas.
En Honduras y en el mundo, hay lugares escabrosos.
Necesitamos cambios.
Necesitamos un cambio de corazón y un cambio del estilo de vida
Pero, tenemos un Dios viene con poder – pero no con el poder de armas
y violencia, sino como un pastor, con brazos que quieren chineárnos con amor
como un pastor que lleva en sus brazos los corderitos recién nacidos.
Reconociendo que Dios nos cuida como un pastor podemos cambiar nuestras
vidas, podemos buscar una conversión personal y social. Podemos preparar el
camino del Señor en el desierto de nuestras vida y de la vida de Honduras.
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