Notas para una homilía
La Solemnidad de la Natividad de San Juan el Bautista
Isaías 49:1-6
Salmo 139:1-3, 13-15
Hechos 13:22-26
Lucas 1:57-66, 80
Hoy celebramos el nacimiento de San Juan Bautista, el
precursor de Jesús. Es algo raro que celebramos el día de nacimiento de un
santo; usualmente celebramos su fiesta en el día de su muerte, su renacimiento
a la vida eterna. Pero, en la Iglesia Católica celebramos solamente tres nacimiento
– la Natividad del Señor, de María y de San Juan Bautista.
Es importante celebrar el nacimiento de San Juan Bautista
– el precedía al Señor, abriendo caminos, anunciando que algo nuevo va a pasar.
Como el ángel dijo a su padre en el templo: “irá
delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para que los corazones
de los padres se vuelvan a los hijos, y los rebeldes, a la prudencia de los
justos; para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Él fue una fuerza de reconciliación,
de paz, de justicia – en un tiempo de opresión del pueblo.
Celebramos su nacimiento. Recordamos su muerte violenta
en agosto y en adviento escuchamos de su predicación en el desierto, anunciando
la venida del Señor.
Es importante celebrar su natividad, para recordarnos de
la novedad que él representa.
Y no solamente Juan; cada niño que nace significa algo nuevo en el
mundo. El niño bien nacido nos dice que no estamos atados al pasado. Algo nuevo
puede pasar – porque alguien nuevo ha llegado entre nosotros.
Con Zacarías, aunque mudo, indicó que el nombre de su
hijo debería ser Juan. Algo nuevo. “Ninguno de tus parientes se llama así”,
dijeron todos.
Algo nuevo está pasando.
El nombre Juan quiere decir “Yahvé es misericordioso,
manifiesta la gracia, es favorable”.
En el cantico que Zacarías rezó, escuchamos:
Y a ti, niño, te llamarán
profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Nuestra fe es una fe de la misericordia, del perdón, del camino
de la paz. No estamos atados a una fe que regaña, a los pecados nunca
olvidados, a los caminos de la violencia y la guerra. Podemos caminar miranda
hacía el Reino de Dios. Como dice el mismo cántico:
libres
de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
El nacimiento de Juan nos revela que, en medio de miedo,
aún de terror, Dios viene con amor, entregándose para nosotros, ofreciéndonos esperanza.
En la primera lectura, escuchamos uno de los cantos del Siervo
Sufriente de Isaías. El cantico nos ayuda de entender a Jesús – y a Juan.
El Señor me llamó desde el vientre de mi madre;
Cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi
nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa…
“Tu eres mi siervo, en ti manifestaré mi gloria….”
“Es poco que eres mi siervo…
te voy a convertir en luz de las naciones…”
Dios nos llama desde el seno materno porque él quiere
renovar la tierra – y nos escoge para ser su siervo, luz a las naciones.
Así fue Juan.
¿Y nosotros?
¿Estamos viviendo como siervos del Señor, como luz a las
naciones? Vivamos con la alegría del Evangelio que nos llama a perdonar, a
compartir, a ser luz.
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