¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?
José Antonio Pagola
Notas para mi homilía
Decimotercero domingo del tiempo ordinario
Sabiduría 1, 13-15;2, 23-24; 2 Corintios 8, 7.9.13-15; Marcos 5, 21-43
“Dios no hizo la
muerte, ni goza en la destrucción de los vivientes”, proclama la Palabra de
Dios (Sabiduría 1, 13). Porque, nuestro Dios no es un Dios de la muerte, sino
un Dios de la vida. Como dijo Jesús, “Vine para que tengan vida, y la tengan en
abundancia” (juan 10,10)
Pero hay mucho que
viven, medio-vivos, aislados, aplastados, marginados.
En el evangelio de hoy,
encontramos una de ellos – la mujer que “padecía flujo de sangre desde hace
doce años” (Marcos 5, 25).
“[Esta]
mujer padece una enfermedad que en las categorías de la época significaba
impureza; había, además, gastado todo lo que tenía en su deseo de curarse…. [Ella
fue] marginada por ser mujer, estar enferma y ser pobre…” (Gustavo Gutiérrez)
En una sociedad
machista, la mujer no vale nada. Aun peor, si es pobre. Y, si padece una hemorragia,
es impura. Y todos que la tocan se contaminan con su impureza.
¿Cuántos marginados hay entre nosotros? Y es fácil
tildarlos pecadores – los alcohólicos, los drogadictos, los pandilleros, las
prostitutas, las madres solteras y más.
En los Estados Unidos algunos
políticos están tildándoles a los migrantes “enemigos”, “criminales”, “animales”
y aún peor.
En esta manera, no respetan su dignidad
como hijas e hijos de Dios, hechos en su imagen y semejanza.
Pero, mira lo que pasa
en el evangelio.
La mujer tenía pena, por
su condición. Pensaba que no pudiera pedirle a Jesús la sanación, cara a cara,
como hizo Jairo, el jefe de la sinagoga. No. Pero sentía que había un poder, una
fuente de vida en este hombre que se llama Jesús. Y decidió arriesgarse y “por
detrás le tocó el manto”(Marcos 5, 27)
Jesús dio cuenta que
algo había pasado. “¿Quién me toco?’
Como explica Gustavo
Gutiérrez:
Jesús
sabe lo que hace, da a la mujer la oportunidad de salir del anonimato al que la
habían confinado la marginación y el desprecio que sufría.
La curación del flujo
de sangre es solamente el primer paso de su sanación completa. Jesús quiere reintegrarla en
la sociedad, como una mujer de valor. Y, más que todo, Jesús valora su fe y su
valentía; él quiere reconocerla como una mujer de fe, de confianza en el poder
de Dios, un ejemplo para todos nosotros.
En los evangelios los
milagros casi siempre son más que la restauración de la salud corporal. Jesús
quiere que la persona tiene vida, en abundancia, reincorporada en la comunidad.
Ahora, sanados, no son marginados, no son despreciados. Son parte de la comunidad, de la
familia.
Son familiares porque Jesús se hizo uno con nosotros. Como
San Pablo escribió en la segunda lectura:
“Bien
saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se
hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieron ricos con su pobreza” (2
Corintios 8, 9)
El sufre con nosotros
para sanarnos – completamente, restaurando la salud corporal, la salud
espiritual y la salud social.
Y ¿nosotros? Que
podemos hacer?
Como Pablo escribió a
los corintios:
“¡que
la abundancia de ustedes remedie por ahora la escasez de ellos[-los que sufren
necesidad]!” (2 Corintios 8, 14)
Hay personas
marginadas y despreciadas entre nosotros. ¿Qué estamos haciendo?
No es solamente darle
algo. Hagan amigos con los pobres, los marginados (Romanos 12, 16). Acójanlos. Acompáñenlos.
Haciéndonos amigos con
los marginados, podemos mostrar que somos hijas e hijos de Dios, queriendo aportarle
a Jesús en el Reino donde hay justicia, amor y solidaridad.
La imagen, Jesús sanando a la mujer con hemorragia, encontrada en Wikipedia, de las catacumbas romanas
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