Indignos, pero llenados de gracia
Isaías 6, 1-8
1 Corintios 15, 1-11
Lucas 5, 1-11
No soy digno…
Pero, una palabra tuya bastará para sanarme.
En cada Misa y cada vez cuando tenemos una Celebración de la Palabra con
Comunión, rezamos estas palabras antes de comulgar.
Muchas sentimos indignos y hoy en las lecturas encontramos tres personas
que se sentían indignos.
Isaías, en el templo, vio la gloria de Dios. Su respuesta: “¡Ay de mí,
estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros..”
Pablo, contemplando a Jesús resucitado apareciendo a los discípulos,
escribe, “Yo soy el último entre los apóstoles y no merezco el título de
apóstol”.
Pedro, asombrado por la pesca grande, cayó a los pies de Jesús y dijo, “¡Apártate
de mí, Señor, que soy un pecador!”.
Pero, Dios no nos permite a quedarnos paralizados conscientes de nuestras
debilidades, nuestros pecados.
Como escribe el sacerdote José Antonio Pagola:
“Jesús no se asusta de tener junto a sí a
un discípulo pecador. Al contrario, si se siente pecador, Pedro podrá
comprender mejor su mensaje de perdón para todos y su acogida a pecadores e
indeseables. «No temas. Desde ahora, serás pescador de hombres». Jesús le quita
el miedo a ser un discípulo pecador y lo asocia a su misión de reunir y
convocar a hombres y mujeres de toda condición a entrar en el proyecto salvador
de Dios”.
Sentirse indigno no es una excusa de no responder. Es una invitación de
aceptar la gracia de Dios que nos puede dar la fuerza, la valentía de seguirle a
Cristo. Es una invitación de poner nuestra confianza en el Señor, que puede
hacernos instrumentos de su amor.
Nunca dejen que otros dicen que no pueden; nunca creen que no pueden responder
a Dios.
Recuerden lo que escribe San Pablo, “por la gracia de Dios, soy lo que soy,
y su gracia no estado estéril en mi”. Cuando tienen dudas o se sienten indignos,
repitan estas palabras: “por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no
estado estéril en mi”.
Y por eso, Jesús puede hacernos pescadores de hombres, como Pedro y los apóstoles.
Recuerda el canto, Pescador de Hombres:
Tú has venido a la orilla
No has buscado ni a sabios, ni a ricos
Tan solo quieres que yo te siga
No has buscado ni a sabios, ni a ricos
Tan solo quieres que yo te siga
Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo, has dicho mi nombre
En la arena, he dejado mi barca
Junto a ti, buscaré otro mar
Sonriendo, has dicho mi nombre
En la arena, he dejado mi barca
Junto a ti, buscaré otro mar
Tú sabes bien lo que tengo
En mi barca no hay oro, ni espadas
Tan solo redes y mi trabajo
En mi barca no hay oro, ni espadas
Tan solo redes y mi trabajo
Tú necesitas mis manos
Mi cansancio que a otros descanse
Amor que quiera seguir amando
Mi cansancio que a otros descanse
Amor que quiera seguir amando
Dios nos mira y sabe que podemos ser sus discípulos y misioneros – cada
persona en su propia manera, en su lugar. Jesús llama a algunas personas para
ser misioneros y trabajar con la iglesia. Pero, Dios nos invita a seguirlo en
cada momento de la vida – no solamente en la iglesia. Podemos ser pescadores de
hombres cuando estamos trabajando en la casa, en la finca, en la escuela, y en
cualquier trabajo hacemos. Podemos dar el testimonio de una vida, arraigada en
Cristo y su mensaje de amor, de entrega, de confianza en el Padre.
Solamente, tenemos que responder como Isaías:
“Aquí estoy, Señor, envíame”.
Envíame adonde quieres – testigo de su presencia con nosotros en nuestra
vida cotidiana, en las detalles de nuestra vida, para que la gente puedan decir
de nosotros lo que dijeron de la iglesia primitiva – “Miren cómo se aman los unos
a los otros”.
La foto es de una escultura en Eremo delle Carceri, Asís.
No comments:
Post a Comment