Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón.
Notas para el domingo del decima-novena
semana
del tiempo ordinario, ciclo C
Lucas 12, 32-48
A veces leer las vidas de
los santos puede ayudarnos entender mejor lo que dice la Biblia. Hay una
leyenda de la vida de San Antonio de Padua y un cuento del beato misionero
Padre Francisco Rother que iluminan la lectura del evangelio de este domingo.
El corazón del avaro
En Toscana, Italia, se estaban celebrando solemnemente, las
exequias de un hombre muy rico. Antonio está presente en el funeral y, movido
por una inspiración se pone a gritar que aquel muerto no tenía que ser
enterrado en un sitio consagrado, sino a lo largo de las murallas de la ciudad.
Y esto porque su alma estaba condenada al infierno, y aquel cadáver no tenía
corazón, como había dicho el Señor: “Donde está tu tesoro, allí está también tu
corazón”.
Ante esta exhortación, los presentes quedaban turbados y
comenzaba una encendida discusión. Finalmente llamaron los médicos, que
abrieron el pecho del difunto. Efectivamente, el
corazón no estaba en la caja torácica y, llegando a su casa,
lo encontraron en la caja fuerte donde conservaba el dinero.
El corazón del beato Padre Apla's
Beato
Stanley “Francisco” Rother, Padre Aplás, fue un sacerdote misionero de los
Estados Unidos en la parroquia de Santiago Atitlán, Guatemala. Trabajaba entre
los indígenas, evangelizándoles, formando a la gente en la fe, ayudándoles
aprender oficios y mejorar la agricultura. Visitaba a los enfermos y trabajaba
con los agricultores en las milpas. También tradujo los evangelios en su
idioma.
Catequistas
y otros líderes de la parroquia fueron asesinados por las fuerzas del gobierno.
Él también recibió amenazas de muerte. Salió del país por algunos meses pero
volvió. Como escribió a un familiar, “El pastor no puede huir a la primera
señal de peligro y dejar a sus ovejas que se defiendan solas”. Fue matado en la
casa cural en la noche de 28 de julio del año 1981.
Luego
el funeral, el cuerpo del padre fue llevado a los Estados Unidos para el
entierro. Pero la gente indígena de su parroquia pidieron que su corazón fuera
enterrado en la iglesia donde servía. Su corazón está enterrado en la iglesia
de Santiago Atitlán, entre sus amados feligreses. Su tesoro era el pueblo
indígena y allá está su corazón.
¿Dónde está tu corazón?
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