En el monte de la Transfiguración Jesús se
manifiesta en su divinidad – con Moisés y Elias en la presencia de tres apóstoles.
San Pablo, en su carta a los Filipenses (2, 6-7),
escribió que Jesús no se apegó a divinidad, sino se anonadó, haciéndose como
esclavo, tomando nuestra humanidad,
En el ofertorio de la Misa, yo voy a añadir el
agua en el vino, rezando
El agua unida al vino sea signo
de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir
nuestra condición humana.
La Transfiguración debe recordarnos que Dos nos
llama a compartir la vida divina que es nuestro destino y nuestra
naturaleza más profunda – nosotros hechos
en la imagen y semejanza de Dios.
Hoy contemplando Jesús transfigurado en la montaña,
debemos recorder que Dios nos llama a ser transformados y estar presente con
Dios en la transfiguración de toda la creación.
Hoy, también, recordamos el martirio, el 12 de marzo
de 1977 – hace cuarenta años de “un buen sacerdote, un viejito y un joven” en
la calle entre Aguilares y El Paisnal en El Salvador. Padre Rutilio Grande, un
Jesuita, fue matado por buscar la transfiguración del pueblo salvadoreña, en
una manera especial sus feligreses.
Pero, no buscó una transfiguración puramente
política o social, sino una transfiguración de la persona entera.
Casi siete años antes su muerte, Padre Tilo
predicó en la fiesta de la Transfiguración en la cathedral de San Salvador. Con
la presencia de gente de toda clase, incluyendo los líderes políticos del país,
di una homilía impresionante y fuerte.
Dijo:
… Cristo Salvador vino a salvar a todo hombre y a todo el
hombre.Para transfigurarlo en todo sentido, en un hombre nuevo,
auténticamente libre de todo sentido, en un hombre nuevo, auténticamente libre
de toda situación de pecado y de miseria, capaz de autodeterminarse y de gozar
de todas las prerrogativas de hijo de Dios, conquistadas por el triunfo de la
resurrección de Cristo.Esta transfiguración del hombre, conquistada, pregonada y
exigida por Cristo a sus seguidores tiene su punto de partido en el bautismo,
compromiso sagrado de cada bautizado con Cristo resucitado.
Nosotros estamos transfigurados en nuestro
bautismo, llamados a vivir una vida transfigurada.
Pero, para Padre TIlo, no era una transfiguración puramente
personal o individual. Como dijo a los
salvadoreños:
Volvemos a preguntar:
¿Está transfigurado el hombre salvadoreña?
¿Está transfigurada esa inmensa mayoría de nuestro pueblo salvadoreño, que
forma nuestro campesinado?
¿Está transfigurada esa otra minoría que tiene en sus manos los medios
económico, el poder de la decisión, el control de la prensa y de todos los
medios de comunicación?
Hay que hacer dolorosas confesiones.
¡Constataciones dolorosas!
¡Muchos bautizados en nuestro país no han comulgado todavía con los postulados
del Evangelio, que exigen una transfiguración!
Por tanto, ellos mismos no están transfigurados en su mente y en su corazón y
ponen un dique de egoísmo al mensaje de Jesús Salvador, y a la voz exigente de
los testigos oficiales de Cristo en medio de su Iglesia,…
Hoy, podemos preguntar los mismo sobre Honduras:
¿Está
transfigurada la persona hondureña?
¿Están transfigurada
la mayoría, el campesinado hondureño?
¿Están transfigurada la minoría que
tiene en sus manos los medios económico, el poder de la decisión, el control de
la prensa y de todos los medios de comunicación?
Como miro Honduras, encuentro
varios que están transfigurados por su encuentro con el Señor.
Pero, lo que Padre Rutilio Grande encontró en El
Salvador en 1970 encontramos hoy en Honduras. Porque no miro un pueblo
transfigurado. Miro a la gente aplastado por la pobreza y la corrupción. Miro a
líderes que buscan su propia fama y no permiten que se manifiesta la Gloria de
Dios en el pueblo.
Hoy es el día de las elecciones internas en Honduras.
La política partidaria es la realidad central hoy. Esta política partidaria
puede hacerse un ídolo, no dejando espacio para la iniciativa y la organización
del pueblo. No pienso que esta política partidaria transfigure a la gente.
Pero, tengo esperanza que hay personas y
comunidades que están transfiguradas por su fe y su entrega y que están
trabajando en voz baja para que se transfiguren sus comunidades.
Esta es la transfiguración que necesita Honduras –
una transfiguración en Cristo que brilla con una luz refulgente, una luz que
atrae a la gente a vivir como hijas e hijos Dios, amándole a Dios, amándoles a
todos, construyendo una sociedad transformada por el amor, la solidaridad y la
misericordia.
Así sea.
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